La revista La Ilustración. Entre el arte y la caricatura política.
Por Oscar Córdova Sánchez
Consultor Educativo y Cultural
Aproximarse a las vanguardias de los años 20 del siglo pasado en Bolivia, estaría desierta sin un estudio referente a las revistas y cenáculos literarios que dieron vuelta el enfoque de las letras bolivianas. Se buscaba una nueva forma de reinterpretación del país, a partir de un análisis más detenido en el “zoológico político” del país. Combinando el humor y el arte, nacía por estos motivos La Ilustración.
A inicios de esta década, el Partido Republicano llegaba al poder por medio de un golpe de Estado, eliminando dos décadas de dominio liberal. Llegaba 1921 y Bautista Saavedra, ensayista y sociólogo, fagocitaría su propio partido y tomaría otro nombre, Partido Republicano Socialista, apoyándose en artesanos y universitarios, quienes veían a Saavedra la coordenada exacta que dirigiría la construcción de la identidad nacional. Meses después, el saavedrismo se haría sentir más aún: un estado de sitio sería su marca de inicio gubernamental. La ingenuidad boliviana volvía a caer.
Ante estos hechos tan heroicos para el caudillo y tan depresivos para varios jóvenes que habían hechos loas antes al gobernante, debían crear una fórmula de unidad sostenible, pero se truncó ese deseo colectivo. A partir de ese momento se crearían revistas, folletos, crónicas y cuentos con relación al gobernante y su forma de ejercer el poder estatal. Aquí entra en idea La Ilustración. Fue un momento clave en la cultura boliviana y su modo de expresión fue más directa.
Los artífices de este emprendimiento: Gustavo Adolfo Otero y Ángel Salas, quienes ya habían tenido lides en otras circunstancias pasadas, venían de una generación continuamente formada por los cambios suscitados en el país e influenciados intelectualmente por el espíritu patriótico de Daniel Sánchez Bustamante. Su objetivo: buscar la conciencia y espíritu nacional.
Otero, viendo el desfase del gobierno busca colaboraciones para la elaboración del nuevo proyecto. Esteban Riccio, hombre de negocios y dueño de una casa comercial, se interesaría por las inquietudes del joven Otero, logrando aceptar el trato y bajo el nombre de La Ilustración, la revista nacía como una esperanza prometedora hacia el público.
El primer número de la revista salió el primer domingo de febrero de 1921. Llevaba el nombre de “La Ilustración. Revista Semanal de actualidades, información gráfica y literatura”. Con un precio regular de 0.30 Bs. podía ser adquirido en sus oficinas de la calle Yanacocha, así como en el interior y exterior del país. Además, tuvo una alianza estratégica con la casa editora González y Medina para la publicación en su librería El Siglo Ilustrado. La revista, a los meses, tuvo difusión en algunos países como Perú y Chile, esta acción fue gracias a los contactos de Riccio, quien tenía una amplia red de contactos.
Entre dibujantes y fotógrafos
El punto más destacado y que caracterizó a la revista, desde su primer número, fueron sus portadas y sus diversas fotografías de diversos acontecimientos, personajes y lugares del país. La revista movía el talento de dibujantes emergentes como los hermanos Guarachi, Fernando y Ernesto, y Antonio Sotomayor, uno de los mejores exponentes de la caricatura boliviana de ese tiempo.
El talento era notorio. Basta con ver las ingeniosas caricaturas de cada “accidente saavedrista” colocado en diferentes partes de la revista, resaltando el humor y la burla directa al gobierno. El caso fue mayor a mediados de 1921, cuando el insigne poeta Ricardo Jaimes Freyre y el historiador Alberto Guitierrez fueron invitados por Saavedra para asumir cargos ministeriales. Desde ese momento fueron caricaturizados por sus acciones como ministros. La triada Jaimes Freyre-Gutierrez-Saavedra fue el circo humorístico de la revista, desnudando su falta de capacidad en la dirección del país.
En otro sector, la demanda de adquisición la revista fue por la fotografía. Los aportes fueron de Enrique Kavlin, José Nicolas Piérola y José Velarde; además, se tuvo como colaboradores a Luigi Doménico Gismondi, Luis Bazoberry y Julio Cordero, éste último exiliado por el gobierno de Saavedra. La revista hacía honor a su nombre, el éxito fue de golpe, los tirajes se acababan rápidamente y la imagen de los acontecimientos de ese tiempo son ahora una fuente invalorable de información y estudios.
Tanto las caricaturas y fotografías incluían contrastes diferentes al progreso que Saavedra hacía ver. Así, la revista dio sus aportes en la fotografía de políticos, paisajes de nuestro país y alguna que otra calle ya desaparecida de nuestra ciudad.
Crítica a las liendres políticas del país
El análisis coyuntural de ese momento fue determinante en la revista. Su director, Gustavo Adolfo Otero, bajo el pseudónimo de Nolo Beaz, escribía la sección más interesante de la revista: Figuras Convencionales, caracterizada por la descripción de cada político y miembro gubernamental de forma pintoresca, humorística e hiriente.
Además, Otero tenía otros columnistas y colaboradores en la revista con diversos pseudónimos como Bienvenido a Casa, Dyonisios o Kim: esto con la finalidad de impedir un arresto por parte del gobierno.
Los redactores y colaboradores
Entre los escritores, estuvieron inmiscuidos amigos de Otero, quienes destacaban por su crítica elocuente. Entre estos estaba Alberto de Villegas, Humberto Palza, Angel Salas, Manuel Baudoin, Saturnino Rodrigo y Rafael Ballivián. Además, la revista promovía el talento literario femenino con escritoras como María Quiroga, Ernestina de Ayoroa y María Josefa Terrazas.
Cada fin de año, Almanaque Boliviano, libro publicado por la revista, reunía los mejores textos de ese año, donde estaban poesías, ensayos, reseñas, cuentos, estudios arqueológicos de varios intelectuales como Alcides Arguedas, Adela Zamudio, Arthur Posnansky, Jaime Mendoza, Casto Rojas entre otros.
La clausura definitiva
Todo parecía ir bien para todos los miembros de la Revista, pero fue la furia de Saavedra que dominó más y su blanco fue su director: Otero. Con amenazas de muerte y destruir los talleres de Riccio, Otero se vería forzado a renunciar a la revista, siendo exiliado al norte de La Paz. La revista duró hasta finales de 1923, meses después del exilio de su director. Riccio cerraría la Casa Editora Riccio y volvería a sus quehaceres comerciales.
La Ilustración fue una de las primeras revistas donde se fusionó arte, literatura y fotografía. Promoviendo y mejorando el espíritu artístico boliviano, a la par del análisis coyuntural del país, lograron un amplio alcance en poco tiempo.