lunes, 8 de marzo de 2021

EL CINE NO NACIDO. DOCE AÑOS DE AUSENCIA FÍLMICA EN BOLIVIA.

El cine no nacido, doce años de ausencia fílmica en Bolivia.
“Hay ausencias que representan un verdadero triunfo”… Cortázar, 1963. Es posible que la cita inicial de esta aproximación al cine no existente entre 1936 y 1947 sea un tanto desfasada o incluso tomada en detrimento de la producción nacional del mencionado periodo —sobre todo si uno tiene sentimientos encontrados con genuinas obras de la primera etapa del cine boliviano—. Aun así, es justificable su posición cabecera debido a que “no todos salen perdiendo” tras el desastre humano que significó la Guerra del Chaco. Las bajas boliviano-paraguayas se cuentan por miles, y entre sus “soldados desconocidos” es que también podemos posicionar al cine —que se fue y no volvió sino en otras formas— de la segunda mitad de la década de 1930 y gran parte de los 40’s. Ergo, ¿Quién pues “sale ganando” de tal vacío en el séptimo arte boliviano?... 1930 es un año estelar e ineludible para quien se interese por el arte filmográfico que se gesta en la Bolivia del siglo XX. La etapa silente o muda de nuestro cine, que comenzó con los trabajos del afamado Luis G. Castillo desde 1912 y que continuó con la labor del italiano Pedro Sambarino con su controvertidísima obra “Corazón Aymara” de 1925 —el primer largo metraje boliviano vale decir—, prepararon terreno pues para la película más importante de la “Época Muda” como afirmaría el guionista Oscar Soria en 1977, “Wara- Wara”. Si bien piezas de valor antropológico o histórico como las de A. Posnansky con “La gloria de la raza” (1926) o “El fusilamiento de Jáuregui” (1927) del ya referido Luis G. Castillo tienen cabida de exhibición para sus épocas; son obras como Wara-Wara, de José Velasco Maidana, las que tienen por lo menos adeptos —por no decir acérrimos cinéfilos amateurs y avanzados— aún a nueve años de que se cumpla el siglo de su estreno en 2030. Evidentemente, el éxito y la cabida que goza Wara-Wara en el imaginario “vintage boliviano” al día de hoy, es en gran parte gracias a la labor reconstructiva que desempeñó la Cinemateca Boliviana y su posterior re-estreno en 2010. Empero, y siguiendo a C. Mesa (2018), si nos remontamos al estreno original de “Estrellas” —que es como se la traduce—, también podemos hallar una buena recepción e interés por parte del público de entonces. Si pensamos en los medios de difusión para una película nacional en 1930 —de las que quedan registro, claro— podríamos hallar al menos dos responsables clave para el éxito de este “supremo esfuerzo de la Cinematografía Nacional” en salas: los afiches de la obra y la publicidad en el periódico. En el caso de los afiches, Armando Urioste (2011) devela que éstos fueron “…el vínculo entre la sala y la calle, es decir en la calle uno se informa sobre la existencia de una sesión cinematográfica en un espacio cerrado (…) es una tradición que viene de Europa…”. Y eso no es lo único que viene del extranjero, ya que el estreno de “Wara-Wara” casi y pasa desapercibida por lo atiborradas que llegan a ser —incluso hoy día, por supuesto que sí— la publicidad a películas extranjeras en nuestro medio. Para comprobarlo basta sólo con hojear los primeros días de 1930 en periódicos como El Diario, o también detenerse en los anuncios de Youtube —u otro coloso digital que se sirve de la publicidad repetitiva— al propagar franquicias estadounidenses u otra mega-producción de turno. Hay, simplemente, cosas que no cambian. Visto así, el caso de “Wara-Wara” frente a los monopolios del cine que copaban las salas de proyección en 1930, podría llegar a ser una suerte de “justicia poética” —por así decirlo— en la actualidad; ya que el esfuerzo realizado por sus creadores —verdaderos pioneros del cine boliviano— es aún hoy palpable. Nadie puede negar que al aura genuina que acompaña a dicho metraje es más entrañable para nuestro país, que los rollos y rollos de films pasajeros que llegaron del extranjero; sino pregúntale a tus amistades de qué va “La calle del Pecado” o “La canción del Amor”. Ah, no. También pasa con “Wara-Wara”. Acá el link, para no quedar corto: https://www.youtube.com/watch?v=UzVutmA3A6o A un lustro más tarde, contábamos pues con una producción cineasta signada por la guerra; algo que podría decirse también de otras ramas visuales como la pintura o el dibujo de Cecilio G. de Rojas y Gil Coímbra, que captaron el momento bélico que vivía el país. Dichos metrajes que componen lo último de la fase silente son: “Hacia la Gloria” (1932), “La campaña del Chaco” (1933) y “La guerra del Chaco” (1934-35) —ésta última es de trágico y posterior estreno recién en 1958—.Ergo, no debería sorprendernos entonces que el cine producido en tiempos de guerra con el Paraguay sea de corte bélico, propagandista o en último caso, y se adecúa mejor al tema que toca este breve texto, el mayor esfuerzo de los últimos pioneros por mantener vivo el lente filmográfico en Bolivia. Sino que también debemos considerar en qué ámbito se desenvolvía lo último del “Cine Pionero”. Tomemos en cuenta el caso de “Hacia la Gloria” de J. Jiménez, M. Camacho y R. Durán., ya que para el año en que se estrena el film, coincide también con la llegada —y proyección— masiva de filmes sonoros del extranjero en salas, p. ej., de La Paz. Ante esto, y para evitar la obsolescencia inminente, Mario Camacho y Cía. optaron por la sonorización artificial del metraje —detrás de la pantalla— con ruidos y sonidos improvisados; aunado a que también se promocionaba la obra como el “primer film sonoro de Bolivia” y que en realidad no lo era, o así lo afirma el cineasta A. Gumucio (1977). Algo cuestionable, pero que sin duda se ve pormenorizado si tomamos en cuenta que fue la última obra de su equipo realizador, debido a que la movilización de tropas al Chaco tocó tanto a escritores, como también a actores y productores. Ya en el rumbo de “La Guerra del Chaco”, obra del egregio Luis Bazoberry, hallamos pues un amargo epílogo para el cine en Bolivia de la primera mitad del siglo XX. También enrolado en el conflicto armado, Bazoberry haría un gran aporte al documental largo en Bolivia, y más aún si tenemos en cuenta que es el primer metraje sonorizado como tal. No obstante, y como afirma A. Gumucio (1977; 2018), el estreno de los 3000 metros de película en salas —que originalmente fueron 25.000, pero perecieron por la hostilidad del clima en el frente—, no contentaron las expectativas del público nacional. Considerando que el esfuerzo de este cineasta llegó hasta Barcelona para sonorizar el film y que gran parte de su realización corrió por su cuenta, debió ser más que decepcionante el poco entusiasmo con el que recibieron una obra de tal magnitud. Su reestreno en 1965, fenecido Luis Bazoberry, pudo hacerle justicia, sino en vida, al menos para lo que hoy significa ese episodio trágico en nuestra historia. Ahora bien, si algo tienen en común —aparte del tema bélico— ambas obras, es que son evidentes intentos por transitar de una faceta silente a una sonora. O por lo menos “Infierno Verde” lo fue así. Empero, autores como A. Mitre (2019) consideran que durante esta transición es cuando más llegan a propagarse producciones fílmicas de Argentina, México, Cuba y España debido a la comunidad lingüística que comparten entre países hispanohablantes. No está de más recordar que con la aparición del “cine hablado”, se crean también pues barreras lingüísticas entre un cine que aparecía como universal en otrora muda, con uno que requiere cada vez más tecnificación y estructura adecuada a “los nuevo tiempos”. Aun así, países como España, siguiendo a Mitre, también presentan similitudes con nuestro “cine ausente” puesto que el impacto generado por La Guerra Civil española (1936-1939) restó fuerza a la producción fílmica de entonces; lo cual, de alguna manera, no nos deja en un islote de impotencia frente al similar impacto que tuvo la Guerra del Chaco y la “movilización del cine” al Chaco. En otras palabras, hay un motivo bélico para dicha ausencia y eso es algo que no se puede negar. Llegados a este punto, queda preguntarnos: ¿Qué voz ocupa la industria cinematográfica estadounidense al momento de la desaparición del cine boliviano hacia 1936? Emergen entonces nombres de grandes compañías surgidas a principios del siglo XX y que en la actualidad llegan a resultarnos más que familiares: Warner Brothers, Paramount Pictures-Loew’s Inc, MGM, por mencionar algunos de los colosos (Mitre, 2019). Dichas firmas trascienden el tiempo hasta hoy, debido a que la industria que producen no paró y no faltó quienes la consumiesen durante décadas o casi completando el siglo de sus proyecciones. Si tenemos presente esta constante, queda el último motivo por el cual tal vez y no hubo cine durante doce años en nuestro país. Y es la enorme capacidad para “encajarnos” películas que tienen los extranjeros —monopolios como el de EE.UU. o también obras provenientes de Argentina o México en menor medida—. A esto, acude también una expresión del cineasta A. Gumucio, quien de manera metafórica —y por su puesto concisa — se refiere al vacío existente entre 1936 y 1947 como “la travesía del desierto” en la que “…quedaba atrás el cine silente y al final del desierto, la posibilidad (…) de un sendero que había que abrir porque no existía”. Claro que Gumucio se refiere al cine boliviano, pues el cine extranjero pululaba y encontraba buen asidero de gente en locales paceños. El Cine Bolívar, situado al final del Prado paceño que funcionó casi medio siglo desde 1937; el Cine Roxy, establecido en la calle Comercio 550 y que fue considerado el más moderno a mediados de los 40’s o también el Cine Chaplin que proyectó desde 1938 películas como “El predilecto” de la Warner Brothers, eran los sitios indicados para degustar la producción cineasta extranjera —y por supuesto sonora — de entonces (Mitre, 2019). Cines de corte “moderno” como el Ebro (inaugurado en 1936) o el aún existente Monje Campero (que proyecta desde 1941) inauguran sus funciones con el estreno de obras como “Allá en el lejano Oeste” en el primer local y con “Intermezzo” en el segundo. Hacia 1945, no dejan de crecer los “locales de cine” ya que aparecen nuevos espacios de proyección en la urbe paceña, como el cine-teatro “Victoria” —llamado así con motivo de la Segunda Guerra, para variar—; o tres años más tarde cuando esta expansión de salas cineastas llegó a su momento más álgido en la década, donde ya son 13 establecimientos los que funcionan en la sede de gobierno (Mitre,2019). El cine del año 1948, ahora sonorizado, sería el retorno definitivo de esta rama artística, tan sólo que ahora tendría nuevos títulos como “Virgen India” y nuevos apellidos como Ruiz y Roca. La empresa BOLIVIA FILMS fundada por K. Wasson en 1946, haría de su trabajo la ventana perfecta —para nosotros— al momento de observar desde nuestro siglo, costumbres originarias en cortos como “Donde nació un Imperio” y “Al pie del Illimani” (ambas de 1948) o su futura obra egregia “Vuelve Sebastiana” de 1955. Si bien el cine boliviano desde entonces no ha tenido un alto, al observar hacia la etapa silente —la primera fase de nuestro cine— necesariamente se requiere de una revisión al espesor de los años que conforman 1936 a 1947. Historiadores clásicos sobre el tema cineasta como Marc Ferró (1991), sólo ahondan el vacío que llegan a significar esos años sin metrajes, pues “…el cine de ficción [en nuestro caso, p. ej., Wara-Wara] y documental [La Guerra del Chaco] se establecen por una estética audiovisual que es atravesada por contenidos de tipos ideológico y político”. Lo que en consecuencia, a la vez de dotar más que mero valor documental al relato fílmico, logra esbozar cierta magnitud de “la travesía del desierto” —como la llamó Alfonso Gumucio—, pues esos contenidos de “tipo ideológico y político” a hoy en día nos son inexistentes. Y aunque varios autores afirmen que en dicho espacio temporal “…todos, sin excepción, abandonaron la actividad cinematográfica” (Gumucio, 2018), aunado a la evidente dependencia global del país con respecto a los nuevos costes que significaba realizar una película sonora, no podemos perder la esperanza de hallar una suerte de “baúl con rollos y rollos” de metraje —cuan caso de Wara-Wara— para así contrarrestar, ese espacio no iluminado que ocupa “el cine no nacido”. Por: Erwin F. Masi Perez Bibliografía consultada: Ferro, M. (1991). Perspectivas en torno a las relaciones historia-cine. Film Historia, 1(1), 1-7. Recuperado de http://revistes.ub.edu/index.php/filmhistoria/article/view/12148/14901 Gumucio, A. (1977). Breve historia del cine boliviano Gumucio, A. (1982). Historia del Cine en Bolivia. Ed. Los amigos del libro. Márquez, M. (2020). Catálogo digital de cine boliviano de la iconoteca de la cinemateca boliviana. Ediciones de la Cinemateca Boliviana. Mesa, C. (1985). Cine boliviano 1953-1983: una aproximación a una experiencia. Tendencias actuales en la literatura boliviana Mesa, C. (Coord.). (2018). Historia del cine boliviano 1897-2017. Plural Editores. Mitre, A. (2019). La pantalla indiscreta: Cine y sociedad en Bolivia 1879-1952. Plural Editores. Nina, F. (2011). Archivos gráficos (carteles) de Bolivia: Historia y tratamiento Archivístico del Archivo de la Fundación Cinemateca Boliviana. CEPAA. Hemeroteca: El Diario, La Paz, 26 de Enero de 1930. El Diario, La Paz, 7 de noviembre de 1938. La Razón, La Paz, 3 de mayo de 1943. La Razón, La Paz, 26 de junio de 1943

jueves, 4 de marzo de 2021

EL CEMENTERIO GENERAL Y SUS HABITANTES: ESCRITORES PARTE I

EL CEMENTERIO Y SUS HABITANTES: ESCRITORES

PARTE I

El Cementerio General de La Paz desde su creación realizada por el Mariscal Andrés de Santa Cruz en 1831, se constituye en un espacio de memoria social, simbólica, religiosa y más que todo alberga los restos de los muchos ciudadanos que actuaron y vivieron en nuestra ciudad.

Con una extensión de 92.000 metros cuadrados, ubicado al noroeste de la ciudad, es el centro donde damos vida a nuestros recuerdos de algún familiar o personaje enterrado como por ejemplo Franz Tamayo o Alcides Arguedas.  Además, se ha convertido en un lugar turístico donde mucha gente viene a visualizar la arquitectura dispuesta en mausoleos, capillas y nichos.

Hablar de los personajes que aparecen y desaparecen de nuestro medio es bastante difícil y complicado. Por alguna razón, no damos a conocer a ciencia cierta donde se encuentran sus restos y, en su mayoría, poco se analiza su vida y trascendencia. Esto influye mucho pues, de alguna manera no se puede llegar a la juventud de ahora, para que ellos conozcan el legado de personajes históricos que descansan en el camposanto, igual que otros literatos que allí se encuentran y sus obras quedaron en el olvido. Lastimosamente en Bolivia es común esta situación.

La idea de conocer el Cementerio General y a sus personajes, quiere plasmarse en una propuesta real que se va desarrollando desde hace varios años atrás.

En el año 2016, la administración del Cementerio General de La Paz, realizó el proyecto “ReQRdos Notables”, con el fin de poner en códigos QR reseñas de personajes históricos, mausoleos y diseños arquitectónicos que se encuentran dentro de la infraestructura. El proyecto es fascinante, basta con poner el celular al código QR de un nicho y aparece una síntesis biográfica de un notable o la historia de algún mausoleo. Según la prensa de ese tiempo, se tenía aproximadamente más de 300 reseñas y se esperaba tener hasta 600 reseñas, completando el circuito. Incluso se tiene un plano de los “ReQRdos Notables” a la entrada de Cementerio General para ubicar fácilmente donde se encuentran estos códigos. Pero al contar los puntos que el plano señala llegan a menos de 200 QR´s. ¿Alguna equivocación o falta actualizar el plano? ¿Realmente había más de 300 ReQRdos Notables? ¿Qué otros personajes estaban en la lista y fueron relegados de ReQRdos Notables?

Observando estas deficiencias y necesidades de información histórica, me puse a investigar y dar vueltas por varios nichos y mausoleos, leer varias biografías que me ayudarían a identificar que otros personajes se encuentran allí, olvidados de la nuestra memoria colectiva.

Agradezco a los trabajadores del Cementerio General por indicarme las ubicaciones de algunos nichos y más que todo a el poeta Ricardo García, quien conoce a fondo que personalidades se encuentran allí enterradas.

 

ESCRITORES EN EL EXILIO: SORIA Y SOTOMAYOR

Comenzando con la primera parte de escritores, empezaré con dos personalidades de nuestro ámbito cinematografico y literario. Ambos tuvieron eco en su forma y manera de escribir; ellos son Oscar Soria Gamarra (1917-1988) e Ismael Sotomayor (1904-1961). Ambos paceños, Soria y Sotomayor fueron inventores de una estética singular en su escritura. Sotomayor autor de "Añejerias Paceñas” (1931) nos muestra el quehacer cotidiano de la popular cuidad paceña, vista desde sus encantos, tradiciones y leyendas. Todos supondrán que su morada de descanso es visualizada igual a la tumba del escritor Porfirio Diaz Machicao (1909-1981) o del poeta Gregorio Reynolds (1882-1948). Pero la realidad es totalmente diferente...

Soria Gamarra se encuentra en un pequeño nicho de un cuartel de dos pisos que esta en el sector sur del Cementerio y Sotomayor se encuentra en el mausoleo de su familia, detrás del Mausoleo Ascarrunz. El primero con unas rosas marchitadas dejadas hace varios años y el segundo cubierto con hierba que cubre toda la lápida y su nombre.

La singularidad que comparten ambos escritores es el deterioro que sufre el lugar donde se encuentran. Leyendo varias biografías de ambos no se especifica donde descansan sus restos.

Actualmente, fueron reeditadas varias de sus obras. Articulistas, académicos y reseñistas tratan de “re-descubrir” su legado. No obstante, el querer emprender la búsqueda de estos paceños destacados es más que menesteroso.


Mausoleo Sotomayor. En la fila izquierda al final se puede leer Ismael Sotomayor.


Otros escritores, cuyas tumbas y nichos se encuentran en mejor estado, pero sin identificación más que su placa, son:

-        Roberto Prudencio

-        Fernando Diez de Medina

-        Gerardo Irusta

-        José Salmon Ballivián

-        Mario Guzmán Aspiazu

-        Guillermo Viscarra Fabre

-        Rafael Ballivián

-        Gustavo Medinaceli

-        El cochabambino Monseñor Juan Quiroz.

Otro caso especial, que demandó enfado, tristeza y olvido en su momento fue el nicho del autor de la Chaskañawi, Carlos Medinaceli (1898-1949). Nos ocuparemos del caso más adelante. 

 

QR´SÍ, RESTAURACIÓN NO

Entre los nichos, tumbas y mausoleos que encontraba a medida que seguía el plano de “ReQRdos Notables”, observé el deterioro de varias de ellas. De varios personajes que alguna vez fueron ¨Hijos Ilustres de la Ciudad´ y que sus hazañas serian recordadas ´eternamente´ por la memoria paceña. Sin embargo, sucedió todo lo contrario.

En fin, los nichos que se encuentran con más deterioro y que hasta ahora descansan con el mismo candado, sin restauración y que, algunos datan del siglo XIX, son los siguientes escritores:

-        José Rosendo Gutiérrez

-        José Loza

-    Nicolás Acosta

-        Antonio Diaz Villamil

-        Gustavo Adolfo Otero.

Este último tiene como fecha de fallecimiento el año 1990, cuando en realidad murió el año 1958. Supuse que fue el año donde fue trasladado al Mausoleo de Notables II.

Sin embargo, otras tumbas como la de Germán Busch, Luis Espinal o el caso de Jaime Sáenz y Víctor Hugo Viscarra, estos últimos con una “gran fanaticada”, son frecuentemente visitados y los ramos de flores nunca faltan. Pero en la otra cara del cuadro, aquellos personajes que mencionamos anteriormente, se encuentran en un abandono total.

Por estas situaciones nada positivas, tenemos algunas preguntas: ¿Cómo se puede promover la lectura, pues ni nosotros mismos tratamos de crear fórmulas de interacción con la población para dar a conocer a estos personajes? ¿Realmente merecían que sus restos sean abandonados y, de alguna manera, olvidados? ¿Dónde se encuentran las gestiones de renovación y conservación de estos espacios? Las respuestas serán varias o nulas, no lo sabemos.

Esta por demás decir que el mejor homenaje es leer sus obras.


Por Oscar Córdova Sánchez

Fotografías Joel Arancibia

 

La Biblioteca Perdida de Julio Mendez

  L a Biblioteca Perdida de Julio Méndez Por Oscar Cordova Sanchez Consultor educativo y cultural La situación actual del mercado de libros...