miércoles, 27 de julio de 2022

Las polémicas de Arguedas Parte I: Bautista Saavedra

 



 

Por Oscar Cordova Sanchez

 

Para la construcción de una narrativa, esta debe ser observada bajo el influjo de la crítica literaria y la aceptación del público lector, quien define si el escritor será tomado en cuenta o no. En este sentido, uno de los literatos que fue foco de varias críticas y creó polémicas con diferentes intelectuales a lo largo de su vida es Alcides Arguedas Diaz (1879-1946), donde, más allá de su fama continental, fue interpelado desde diversos puntos de vista.  

Ya sea en panfleto o columna de algún periódico, Arguedas, desde muy temprana edad se fue dando su inclinación a ser escritor, motivado por crear una obra canónica que quiere dejar a su Bolivia de inicios del siglo XX. Solamente bastó para publicar un libro, Pueblo Enfermo (1909), para convertirse en el foco de atención que tanto anhelaba; sin embargo, el rechazo de varios intelectuales nacionales  dio a su obra una visión negativa sobre el futuro de país, mientras que en el Viejo Continente, España específicamente, su obra iba a ser comentada por varios pensadores de talla continental como el caso de Miguel de Unamuno o Ramiro de Maeztu.

Con el paso de los años, bajo el designio de la calidad punzante de contraatacar a rival que se le oponga, puso énfasis en desnudar varias críticas que hacían a su obra, dando aspectos más ilustrativos; menospreciando la calidad del crítico que haya explorado algunas de sus obras; por esa misma razón las polémicas de Arguedas no sólo guardan un recuerdo fragmentario de la vida intelectual del país, sino la misma historia de sus obras, arremetida en varias interpretaciones. Aquí esbozamos algunos datos sobre las polémicas que tuvo en vida. El escritor cuando tomaba importancia alguna de las miles criticas que se le hacían agarraba la pluma y empezaba la cacería al advenedizo para herir de muerte mediante la letra.

 

BAUTISTA SAAVEDRA 

Esta polémica nace como una revisión a los actos políticos que Bautista Saavedra realizó en su gobierno desde 1921 hasta 1925. Arguedas, con el ojo crítico y la pluma  sincera, da frases zahirientes a la conducción de Saavedra. Su punto de análisis sentó bases para la construcción de hechos y evidencias del carácter de gobierno que se tuvo. Fue así que en abril de 1928, pasados los años caldeados de esa política gubernamental saavedrista, nuestro escritor da el primer paso para iniciar el debate en su columna llamada Palabras Libres, del periodico El Diario. 

Inicia Arguedas titulando esta radiografía gubernamental El Caudillo y el Escritor, adquiriendo protagonismo para iniciar una serie de hechos; válidamente aceptados desde su posición como intelectual internacional. 

Nuestro escritor cuestiona las incoherencias del caudillo al momento de gobernar, dando estado de sitio cuando antes de ser gobernante pregonaba la democracia del pueblo. Rememora esta situación a través de un intercambio epistolar cuando el caudillo fue gobernante, y a partir de estas cartas demuestra la ambición de poder; las respuestas del caudillo solo señala la amnistía total y la instauración de un orden validado en el imperativo patriotico.

Arguedas, recuerda, describe y observa, viendo a su antiguo profesor convertido en caudillo, menciona datos de su gobierno, alterando  “la correspondencia privada, secuestra y falsifica telegramas, mete en prisión a los estudiantes, detiene y encarcela a periodistas, hace cerrar los periódicos independientes y sobre todo impone a palos a sus candidatos al municipio”, todo esto y más, viendo a “un autor de libros sobre política cometiera sin razón tan grandes faltas”. Dando cuenta la acción nefasta del amigo y profesor de ayer, las diferencias se acrecientan por el mismo hecho de adherir la violencia, ira y destrucción de libertades donde Saavedra fue el principal promotor. Arguedas desnuda y divide al Saavedra de antes, estudioso, amante del progreso y esclarecido escritor, con el Saavedra del presente, caudillo, mandón temido y autoritario. Concluye el escritor, decepcionado por el cambio radical e irreversible de su viejo amigo, por haber engañado a la juventud con su “ejemplo de contradicción Intelectual, de sectarismo intolerante y de ineptitud”. 

Saavedra desde su puesto diplomático en Bruselas lee con detenimiento cada palabra usada por su antiguo alumno, toma nota, no acepta el silencio y empieza a redactar su extensa respuesta. El caudillo se fulmina para dar paso de nuevo al escritor. Pocos meses después, sale su libro titulado Palabras Sinceras: Para una historia de ayer; un resumen de sus actos como gobernante, desmintiendo hechos y esclareciendo otros. 

El libro, de más de 100 páginas, publicado en París tenía un objetivo claro, no solo fulminar a su antiguo alumno, sino demostrar el génesis de su actos como presidente del país.

Saavedra examina las columnas de Arguedas y el proceso histórico de cómo se llevo su actuación como gobernante; ante todo da una cátedra de historia para el mismo Arguedas, demuestra insuficiente e incoherente las fórmulas denigratorias de parte del escritor, contrarrestando sus  “tremendas sentencias históricas”, examinando que el curso de la historia misma es un curso donde no hay subjetividades, sino hechos dominados por el medio o por colectivo. Demuestra al autor de Raza de Bronce “su superficialidad, con el candor, con la ignorancia” por la arbitrariedad de sus escritos sobre la historia del país. 

Desglosa parrafo por parrafo las cartas descritas por Arguedas, y señala las causas que llevaron a decretar el estado de sitio, viéndose amenazado por las sublevaciones militares apoyadas por los liberales; mencionando el temor de estos y porque “no había sino un plan,

seguido infatigablemente: el de derrocarme”. Finaliza Saavedra al tema del estado de sitio sus motivos “para no dejar sucumbir el poder público ante la violencia de sus adversarios, hubo necesidad de una mano de hierro. Cumplí con mi deber”.

Esclareciendo los hechos, ataca al Arguedas historiador, por su visión de la historia como “un montón de hechos, cuya lógica interior les es desconocida, pero de los cuales sacan todas las consecuencias que se les antoja”. 

Pasadas algunas semanas Arguedas responde al libro virulento de Saavedra, herido y con las ganas de hacer una réplica justa y objetiva, para dejar en claro la misión de sus libros sobre historia, dejando de lado la critca de Saavedra a su visión de la patria, para no caer en la "vulgaridad de la jactancia". Explica detalladamente la importancia de sus obras historicas que son producto de la falta de un sistema historiográfico de nuestro medio, y solo la información puede ser sustraida por la fuente principal del "documento escrito, cartas, periódicos, libros, folletos, memorias ministeriales, redactores de cámara, boletines, etc. etc.". Reprocha el no haber explicado las circustancias de la anulación de una elección e imponer una candidatura presidencial. "Ciego y sordo está y sus mismos amigos, alarmados, tratan de hacerle cambiar de consejeros porque los que tiene son del todo ineptos", afirma el afamado escritor. Pasadas algunas columnas más para explicar los hechos desde su verdad, Arguedas no obtiene respuesta de su antiguo profesor.

Dejando de lado la visión de los hechos, desmintiendo esas lagunas históricas, esta polémica tiene una alta gama de sinceridad intelectual de ambos contrincantes, yendo con su verdad indómita hacia una construcción de los hechos.

 

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