domingo, 26 de junio de 2022

El Ateneo Femenino: femenismo, élite y arte.

 

El Ateneo Femenino: feminismo, élite y arte




Por Oscar Córdova Sánchez

La segunda década del siglo XX en Bolivia tuvo una data cronológica de cambios políticos, de nuevas ideologías y de nuevos conceptos inducidos por el teatro, literatura y pintura centrados en una visión más nacional y menos extrajera. Con el fin del mandato liberal en el gobierno y el inicio del republicanismo, misma representación con diferente nombre, se inicia la era de las ideas juveniles con la creación de centros artísticos, cenáculos literarios y más que todo dar un nuevo espacio a la representación de la mujer con organizaciones, conscientes de su alejamiento en la toma de decisiones del país.

Y fue el Ateneo Femenino aquella semilla que, si bien tenía representación de una clase media-alta, fue un punto clave para desarrollar propuestas en un país tan conservador como fue la Bolivia del siglo pasado.

El grupo nació a partir de una dirección anexa al Ateneo de la Juventud, grupo creado en 1922, conformado por jóvenes intelectuales inspirados en la creación de nuevas ideas artísticas. En sus corrientes artísticas fueron demostrando su talento en el teatro y la literatura; su filosofía, si bien era dispersa, tenía el propósito de dar voz a aquellas mujeres a través del arte y la palabra escrita desde el punto de vista netamente femenino.

María Luisa Sánchez Bustamante (Malú), hija del político y escritor Daniel Sánchez Bustamante, tomó la dirección del naciente Ateneo Femenino. Pero la condición que puso para tomar la dirección fue ser una entidad totalmente autónoma e independiente del Ateneo de la Juventud. Logrados esos términos se pudo conformar la primera directiva a la cabeza de Malú como primera presidenta, Isabel Hayllot y Carmen Torres Ballivián como vicepresidentas y diferentes secretariados que aumentarían con los años.

Con plena convicción y entusiasmo por parte de aquellas mujeres, que en su mayoría fueron maestras, el Ateneo Femenino fue creado el 17 de abril de 1923 y a decir de su líder, Malú, esta entidad “no dependería del Ateneo de la Juventud, no seguiría su ejemplo… ni admitiría delegado alguno en su seno”.

Con esa actitud nace, sino es la primera, la más importante aglomeración artística, ideológica, filosófica, política y literaria hecha por mujeres y para mujeres. En su estatuto se puede leer que dará estudio de todos los problemas sociales y en especial a los que atañen a la mujer en su condición civil y jurídica.

Teniendo su propio local ubicado en la calle Recreo, y con una senda de actividades por iniciar, las integrantes tenían rasgos muy particulares para formar parte de la nueva entidad. Todas tenían una educación privilegiada, eran de familias acaudaladas y, en su mayoría eran esposas o familiares de algún político o empresario. Es el caso de la misma Malú. Con todas esas ventajas sobre otras organizaciones femeninas decidieron dotar al Ateneo Femenino de su máxima

expresión de ideas. Mireya Sánchez sostiene que el Ateneo Femenino buscó el mejoramiento y la renovación de la mujer a través del mejoramiento cultural, intelectual y la reivindicación de sus derechos.

Con la creación de dos revistas Eco Femenino (1923) e Índice (1927) se puede evidenciar la prueba de la exaltación de su voz y sus inquietudes, pero además recoge influencias del movimiento cultural feminista extranjero. Extrayendo algunas noticias y acontecimientos del continente respecto a la mujer, se afianza nuevas alianzas y se va ampliando hacia nuevas socias donde puedan ser parte de manera participativa; además, de fundar otras sedes en Cochabamba, Oruro y Sucre.

Entre sus socias honorarias que destacaban en el ámbito literario estaban Juana de Ibarbourou (1892 – 1979), poetisa uruguaya y una de las mayores figuras liricas hispanoamericanas a principios del siglo XX; Adela Zamudio (1854 – 1928) precursora del feminismo en Bolivia, destaca con sus poesías y con su novela, Intimas (1913), la convertiría en una de las grandezas intelectuales de la literatura boliviana. Teniendo, además, a jóvenes, previo ingreso mediante una presentación de una tesis, que se formaban en la escritura, poesía y pedagogía como María Teresa Solari, Leonor Diaz Romero o María Josefa Saavedra, una de las primeras abogadas tituladas del país. Fueron así incrementándose con el tiempo llegando a ser mas de 40 socias, pero con la convicción de liberar a la mujer de los férreos prejuicios que la sociedad ejerció sobre ella.

Fueron intensas las participaciones en congresos, talleres y actividades que dignificaron el valor de la mujer boliviana de los años 20.

Podemos mencionar su participación el II Congreso de la Liga Panamericana de Mujeres en Lima, 1924, con trabajos llevados por las representantes del Ateneo Femenino sobre educación, derecho al voto y alfabetización en áreas rurales o el congreso de la Liga Ibérica-Hispanoamericana de Mujeres realizada en México el año 1925.

Pero la mayor congregación que reuniría a todas las agrupaciones femeninas en Bolivia fue en el año 1929, cuando realizaron la Primera Convención Nacional de Mujeres, con el objetivo de formar un solo bloque de mujeres sin distinción de clase bajo el término de reivindicar los derechos civiles y la protección de la mujer trabajadora. Con ese propósito se enfrentaron a otras organizaciones femeninas como la Federación Obrera Femenina (FOF) debido a diferencias ideológicas y de causa, de este modo, si bien se realizó el evento exitosamente con las ponencias de las socias del Ateneo, no se pudo construir un fin común.

Pero la hecatombe para unir esfuerzos se aproximaría cuando se produjo la Guerra del Chaco (1932-1935) donde la mujer totalmente entraría en la esfera de importancia política. Al respecto, Marcela Revollo, menciona: “La guerra contribuyó a fortalecer la presencia pública del movimiento de mujeres como un nuevo sujeto político, social y económico".

Para los años 40, las dos sociedades femeninas más importantes fueron la Legión Femenina de Educación Popular América (LFEPA), fundada después del conflicto bélico del Chaco, de amplia expansión latinoamericana, y el Ateneo Femenino que seguía siendo, como diría María Álvarez: “Una organización importante, pero su composición como sus demandas estaban más limitadas a las mujeres de las clases alta y media”.

En la Convención de 1945 lograron el sufragio sólo para mujeres “letradas” en las elecciones municipales. Pasarían siete años, 1952, para que el sufragio sea universal y no tenga ningún impedimento para ejercer su derecho al voto y que el Ateneo Femenino no había logrado décadas antes.

Con el pasar del tiempo y las nuevas organizaciones que antiguas socias fundarían, se fue invisibilizando la labor del Ateneo que alguna vez, en la década de los años 20, fue la más importante institución artística, literaria y feminista de toda Bolivia.

 

 

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