Por Oscar Cordova Sanchez
Publicado el 14/05/23 en el Suplemento Letra 7 de Página Siete.
En noviembre de 1964, llegado el
ascenso del nuevo presidente, General René Barrientos Ortuño, empezó a salir a
luz varios documentos antimovimientistas, entre estos relatos, vivencias y
crónicas sobre los campos de concentración, asesinatos a miembros opositores,
desaparecidos, torturas, malversación de fondos, financiamientos extranjeros
entre otros. Un caso singular fue el de Tristan Marof (Gustavo Navarro),
destacado escritor, polemista y político que desnudaría a todo el equipo del
MNR, relatando su postura sobre ese grupo que “ha dejado la nación en ruinas”.
Bolivia vivió uno de sus
capítulos más enérgicos, loables y de gran magnitud ese lejano mes de abril de
1952, cuando varios elementos de la sociedad (ciudadanos, carabineros y
militares) enfrentados en una guerra civil durante unos 3 días y casi medio
millar de fallecidos, llegaría una nueva estructura estatal bajo la consigna de
un nacionalismo optimista y propuesto a definir nuevos horizontes; bajo la
supervisión de sus colaboradores y líderes. A ese movimiento se adhirieron
varios ciudadanos y campesinos, los cuales reunían todos los requerimientos
para dar una solemne pleitesía a su gran líder: Víctor Paz Estenssoro.
El entorno social boliviano,
durante los 12 años de gobierno movimientista, vivió un estado de somnolencia,
siendo la publicidad y la difusión de folletos, periódicos, crónicas y
biografías los que adormecían a la sociedad boliviana; y ante cualquier intento
de publicar algún texto opositor al régimen movimientista era tomado como un
libelo antinacionalista.
En este caos de construcciones
narrativas unilaterales, aparece Tristan Marof, destacado político y novelista
de los años 20, que, mediante ensayos y relatos, da lugar a su memoria para
recordar sus encuentros con algunos miembros del M.N.R., descritos como “gente
sin fortuna que buscaba dinero, privilegios y como tenía ideología confusa,
mezcla de todo, alucinó a los obreros, a los campesinos y a los tontos que les
creyeron”, describiendo los defectos de sus cabecillas: Estenssoro, Cespedes,
Arce, Cuadro Quiroga y Montenegro siendo menos cáustico con Siles.
El encuentro más temprano de
Marof con miembros del MNR fue en los años 40, cuando recién se sentaron las
bases ideológicas de dicho partido. En ese tiempo Marof habla de su primer
contacto con el abogado Paz, quien vino a su bufete para proponerle una
transacción judicial en un pleito entre los empleados del Hotel París y su
dueño. Naturalmente, el joven abogado en ese entonces era un “conocedor del
medio, un hombre al que no le gusta el barullo, los mítines ni protestas”, para
luego convertirse en el líder de traiciones “a sus amigos más íntimos no
interesándole otra cosa que lo que está a la vista, lo que puede darle
cuantiosas utilidades, trátese de política o de dinero contante”, llena de
inquietud por el poder y dominio particular del país, pero Marof es más directo
con el “fiero” Montenegro y el “chueco” Cespedes.
La rivalidad con Carlos
Montenegro es intensa y violenta, disparando adjetivos y críticas mutuas, Marof
desde artículos de prensa y Montenegro desde La Calle, periódico de fina
crítica hacia el gobierno de turno. El odio fue tan potente que en una soleada
tarde Marof, agarrado de su pistola, dispara a Montenegro, saliendo herido
levemente. Aquí se inicia la rivalidad política. Marof, acostumbrado a decir el
nombre completo de sus rivales, al referirse a Montenegro, lo describe como “un
aprovechado y que jamás escribió con desinterés, es decir que nunca puso su
pluma al servicio de una causa noble si no es pensando en la dádiva inmediata y
en su interés particular, toda su vida hasta su muerte”. Además, menciona, con
aguda critica, la adhesión de Montenegro al partido Razón de Patria (RADEPA) y
su fanatismo al nazismo “triunfantes en el momento, como estaban en Europa, le
darían la mano a él y a ese grupículo nacionalista, que comenzó pateando
obreros e imponiéndose por el garrote”. Años más tarde, publica su ensayo “Glosando
el libro Nacionalismo y Coloniaje de Carlos Montenegro” (1961), donde
disecciona los postulados del autor, concluyendo toda la teoría de nación y
antinación como un resumen de llamar “nacionalistas a los conservadores
terrígenas que odian cualquier innovación, enemigos de los patrones extraños e
incrustados en su propia concha (...) Los innovadores, llámense socialistas o
de otra tendencia, constituyen la antipatria”.
En otro lado de sus escritos llenos de sentencias y adjetivos, se dirige a Augusto Céspedes, quien, al igual que su rival político, sería un destacado escritor y polemista. Para Marof el dúo Montenegro-Céspedes eran el parasitismo nacionalista ya que para ambos “era un sufrimiento vivir entre los indios altiplánicos, eligieron las embajadas para hacer propaganda de Bolivia en el exterior... ¡Excelentes sujetos! Se perdían por una copa de whisky y por una mujer cualquiera”. Aunque advertía su picardía y astucia para favorecer a cualquier elemento en el poder y adherirse a su causa y lograr su cometido. A parte Marof, más allá de su crítica política al MNR y a Céspedes como portavoz, lo califica de “literato mediano y con cierta dosis de realismo, calcado de novelistas italianos como que su cuento "El Pozo” tan celebrado, es muy parecido y casi exacto a lo que escribió Roberto Bracco en los años de 1918 (...) es un ignorante en cuestiones sociales y un audaz para incursionar en lo que no conoce y nunca ha leído nada porque su vida escandalosa no le ha dado tiempo sino placer”, así, con severo juicio parcializado, lo define, mientras que Cespedes solamente lo describe en su libro El presidente colgado declarando su “leucemia moral” y su afiliación a los gobiernos del sexenio.
En el caso de Armando Arce, fundador del La Calle en 1936, vocero de los primeros pasos del MNR, lo describió como “antiguo rondín del partido liberal y dizque revolucionario, título que le cuadra a maravilla por la ignorancia que posee y de la cual hace gala”; a José Cuadros Quiroga, cofundador y director de las bases y programa del MNR, se refiere a él como “intelectual inquieto, pequeño burgués, comunizante, sin valor para ser comunista”.
Si bien Marof es ácido con su
crítica con estos miembros del MNR, es coherente y hasta imparcial con Siles
Zuazo, “sonriente y pequeño”, admirando su destreza como orador y por sus
discursos capaces de mover masas. Pasados esos años de revelaciones oscuras del
movimientismo, se iría fragmentando el partido y daría luz a los gobiernos
militares.
Mientras el movimientismo seguía
en vilo y en batalla en los años 70, en pleno estado de dictadura, Marof
dejaría su versión definitiva del MNR y su importancia en la historia del
país.
En su libro póstumo, recopilado
por su amigo Stefan Baciu, denominado Radiografía de Bolivia (1997),
expresa su malestar sobre la conducción del desarrollo económico que desembocó
hacer “creer a los sencillos obreros de que eran dueños de todo y de que en
adelante el trabajo se debía descuidar en nombre de la revolución. Los más
bribones se convirtieron en líderes y entraron a saco como las hordas, puesto
que no había ley ni moral ni autoridad”, siendo la sentencia definitiva y
advirtiendo las nuevas propuestas del nacionalismo revolucionario.
Si bien la historia ha sido
favorable con la narrativa del optimismo del nacionalismo y sus líderes
mencionados por Marof, disfrutaron de las comodidades de viajes, dinero y
puestos gubernamentales; además, sus obras fueron un legado de varios
seguidores de estos personajes de la política boliviana, Marof no tendría esa
suerte, siendo olvidado en su casa, ya alejado de la política, en la ciudad de
Santa Cruz falleciendo a finales de los años 70, sin llegar a ver que, una vez
más el MNR llegaría al poder.
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