Gustavo Navarro antes de ser Tristán Marof
Oscar Córdova Sánchez
Estudiante Universitario y Gestor Cultural
Durante la segunda década del siglo XX, en nuestro país, se tuvo un auge
intelectual por parte de políticos, escritores y profesores universitarios, donde
sus escritos quedaban como testimonio de sus pensamientos e inclinaciones
político-ideológicas. En este campo, Gustavo Adolfo Navarro fue de los pocos
jóvenes que propuso una nueva lectura sobre la capacidad del boliviano y
encontrar la máxima cumbre para su superación.
Desde su temprana edad, 17 años, tuvo que vivir las inclemencias del clima
político. Siendo estudiante de derecho es arrestado por realizar protestas
consecuentes y sediciosas ante el estado de sitio que Ismael Montes había
decretado. Eso no impidió al joven Navarro abandonar su malestar por el
gobierno de turno. Su capacidad de lector y su espíritu por las letras hizo que
vaya a refugiarse en varios cenáculos literarios y encontrar en los grandes
hombres de esa época consejos para mejorar su estilo que, poco a poco, se
tornaría más acido y crítico.
Proviniendo de una familia reconocida, donde su padre, Valentín, héroe de
Calama en la Guerra del Pacifico y sus tíos, Luis y Aniceto, destacados
políticos conservadores, hicieron que el joven Gustavo tenga las facilidades
para la lectura desde temprana edad. Motivado por su “natural rebeldía” publica
sus primeros artículos en El País, dirigido por Ignacio Prudencio Bustillo, los
cuales se destacan por un fuerte tono contra el “montismo decadente”. Por esta
razón es exiliado por el gobierno, viajando a Chile en 1917.
En Chile se relaciona con los colaboradores de Selva Lirica, antología de
poesía chilena, una de las más importantes publicaciones chilenas de esa
época. Fue acá donde Navarro se relaciona con escritores como Antonio
Bórquez Solar, Carlos Mondaca, Daniel Vásquez o Gabriela Mistral, esta última
tendrá una serie de intercambios epistolares con el joven Navarro, donde
despertará su inquietud por la lectura latinoamericana y su filiación por conocer
a los cultores de un espíritu propio y autentico.
Después de haber conocido las inquietudes de estos jóvenes reformadores por
una búsqueda espiritual para guiar al pueblo chileno, decide viajar a Argentina.
Gabriela Mistral manda un conjunto de cartas de recomendación a varios
escritores, en especial a Constancio Vigil, quien encuentra en el joven Navarro
un futuro escritor de talla continental, disponiendo su revista Mundo Argentino
para publicar sus notas y, además, aprovecha para publicar su libro Cantos a
Francia y a Bélgica, y dictar varias conferencias en torno a la raza india.
Al año siguiente, 1918, publica el único número de la revista Renacimiento Alto
Peruano, siendo el director y único fundador. El objetivo de la revista buscaba
“ayuda a todos los intelectuales, a los idealistas, a los sinceros, a los quijotes”.
Tenía la intención de publicar esta revista para una generación intelectual con
metas enmarcadas en el progreso cultural del país. Además, Navarro destila su
pensamiento con miras a la lectura de solo los “espíritus libres”. Sus estudios
filosóficos puestos en una diversidad de intelectuales argentinos, bolivianos y
peruanos, constituye, además, su inclinación anarquista, misma que se hace
sentir al leer su revista. A decir de Nivardo Rodríguez, Navarro en su primera
etapa “comulgó con las ideas anarquistas, con tintes tolstoyanos”,
La correspondencia que Navarro sostenía con intelectuales nacionales y
extranjeros fue para acumular no solo críticas y adulaciones, sino para hacerse
conocer en el mundo de las letras sudamericanas. Los comentarios
halagadores sobre su revista se hacen más influyentes cuando personajes de
la talla de Franz Tamayo, Daniel Sánchez Bustamante o Gabriela Mistral
proyectan en el joven Navarro un ideal patriótico e intelectual en ascenso.
Ese mismo año se traslada a vivir a la ciudad de La Paz, donde sus pasiones
políticas por exhibir la deficiencia del gobierno se hacen difundidas en su nuevo
trabajo en El Hombre Libre, anulando totalmente su emprendimiento cultural
con su revista. Asimismo, publica Los Cívicos, novela política de lucha y de
dolor, donde el personaje principal, Julio Costa, promueve la lucha contra los
partidos políticos y sus intereses particulares.
Durante su auge literario y filosófico publica el libro Poetas-Idealistas e
Idealismo de la América Hispana (1919) con el objetivo de dar a conocer sus
referentes literarios. El libro contiene una carta-prólogo de Gabriela Mistral,
donde apunta al cambio generacional cultivado por un mapa espiritual
sudamericano. Promueve a que la juventud tenga como única misión la de
"arder todo lo intensamente posible, sin cálculos, sin sistemas", buscando el
ideal patriótico. Además, ese mismo año, publica la novela corta El Juramento
en Argentina.
Continuando sus conversaciones con varios intelectuales, poco a poco se
establece su convicción política por el partido Republicano, especialmente con
Bautista Saavedra. A decir de Navarro, fue uno “de los pocos jóvenes que se le
acercó e intimó con él” y veía en el Partido Republicano a “fuertes luchadores
que nunca se intimidaron ante el peligro”.
El 12 de julio de 1920 se producía la “gloriosa” revolución, misma en la que
Navarro fue participante activo, donde el republicanismo llega al poder ante un
decadente gobierno liberal. Fue meses después, cuando decide, junto con
Vicente Fernández, publicar el folleto “Crónicas de la revolución del 12 de julio”,
contenido ampliamente parcializado hacia el bando republicano. Navarro,
además, relata su participación y su designación, por 24 horas, como
Gobernador del Panóptico Nacional. El nuevo gobierno, dirigido por Bautista
Saavedra, como agradecimiento lo envía como cónsul a Francia. En este punto
su pensamiento cambia, abandonando el anarquismo y abrazando el marxismo
desenfrenadamente.
En 1922, se revela una nueva publicación suya. Su amigo, Amadeo Legua,
sugiere a Navarro cambiar su nombre para impedir su despido en el cargo
diplomático otorgado. Aceptando las sugerencias publica “El Ingenuo
Continente Americano” con el seudónimo que lo llevará a la fama internacional:
Tristán Marof.
En este ensayo político, fulmina a su antigua filiación modernista e idealista,
rompiendo totalmente con varios intelectuales que él había frecuentado años
antes. Así, empieza su camino en el marxismo.
Muchas circunstancias llevaron al joven Navarro a dar un giro en su
pensamiento. Tanto la persecución política desde joven como los cambios
mundiales como la Revolución Rusa hicieron detener su desarrollo espiritual y
buscar nuevos conceptos de interpretación sobre nuestro país.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario