domingo, 12 de junio de 2022

Gustavo Navarro antes de ser Tristan Marof

 Gustavo Navarro antes de ser Tristán Marof






Oscar Córdova Sánchez

Estudiante Universitario y Gestor Cultural

Durante la segunda década del siglo XX, en nuestro país, se tuvo un auge

intelectual por parte de políticos, escritores y profesores universitarios, donde

sus escritos quedaban como testimonio de sus pensamientos e inclinaciones

político-ideológicas. En este campo, Gustavo Adolfo Navarro fue de los pocos

jóvenes que propuso una nueva lectura sobre la capacidad del boliviano y

encontrar la máxima cumbre para su superación.

Desde su temprana edad, 17 años, tuvo que vivir las inclemencias del clima

político. Siendo estudiante de derecho es arrestado por realizar protestas

consecuentes y sediciosas ante el estado de sitio que Ismael Montes había

decretado. Eso no impidió al joven Navarro abandonar su malestar por el

gobierno de turno. Su capacidad de lector y su espíritu por las letras hizo que

vaya a refugiarse en varios cenáculos literarios y encontrar en los grandes

hombres de esa época consejos para mejorar su estilo que, poco a poco, se

tornaría más acido y crítico.

Proviniendo de una familia reconocida, donde su padre, Valentín, héroe de

Calama en la Guerra del Pacifico y sus tíos, Luis y Aniceto, destacados

políticos conservadores, hicieron que el joven Gustavo tenga las facilidades

para la lectura desde temprana edad. Motivado por su “natural rebeldía” publica

sus primeros artículos en El País, dirigido por Ignacio Prudencio Bustillo, los

cuales se destacan por un fuerte tono contra el “montismo decadente”. Por esta

razón es exiliado por el gobierno, viajando a Chile en 1917.

En Chile se relaciona con los colaboradores de Selva Lirica, antología de

poesía chilena, una de las más importantes publicaciones chilenas de esa

época. Fue acá donde Navarro se relaciona con escritores como Antonio

Bórquez Solar, Carlos Mondaca, Daniel Vásquez o Gabriela Mistral, esta última

tendrá una serie de intercambios epistolares con el joven Navarro, donde

despertará su inquietud por la lectura latinoamericana y su filiación por conocer

a los cultores de un espíritu propio y autentico.

Después de haber conocido las inquietudes de estos jóvenes reformadores por

una búsqueda espiritual para guiar al pueblo chileno, decide viajar a Argentina.

Gabriela Mistral manda un conjunto de cartas de recomendación a varios

escritores, en especial a Constancio Vigil, quien encuentra en el joven Navarro

un futuro escritor de talla continental, disponiendo su revista Mundo Argentino

para publicar sus notas y, además, aprovecha para publicar su libro Cantos a

Francia y a Bélgica, y dictar varias conferencias en torno a la raza india.

Al año siguiente, 1918, publica el único número de la revista Renacimiento Alto

Peruano, siendo el director y único fundador. El objetivo de la revista buscaba

“ayuda a todos los intelectuales, a los idealistas, a los sinceros, a los quijotes”.

Tenía la intención de publicar esta revista para una generación intelectual con


metas enmarcadas en el progreso cultural del país. Además, Navarro destila su

pensamiento con miras a la lectura de solo los “espíritus libres”. Sus estudios

filosóficos puestos en una diversidad de intelectuales argentinos, bolivianos y

peruanos, constituye, además, su inclinación anarquista, misma que se hace

sentir al leer su revista. A decir de Nivardo Rodríguez, Navarro en su primera

etapa “comulgó con las ideas anarquistas, con tintes tolstoyanos”,

La correspondencia que Navarro sostenía con intelectuales nacionales y

extranjeros fue para acumular no solo críticas y adulaciones, sino para hacerse

conocer en el mundo de las letras sudamericanas. Los comentarios

halagadores sobre su revista se hacen más influyentes cuando personajes de

la talla de Franz Tamayo, Daniel Sánchez Bustamante o Gabriela Mistral

proyectan en el joven Navarro un ideal patriótico e intelectual en ascenso.

Ese mismo año se traslada a vivir a la ciudad de La Paz, donde sus pasiones

políticas por exhibir la deficiencia del gobierno se hacen difundidas en su nuevo

trabajo en El Hombre Libre, anulando totalmente su emprendimiento cultural

con su revista. Asimismo, publica Los Cívicos, novela política de lucha y de

dolor, donde el personaje principal, Julio Costa, promueve la lucha contra los

partidos políticos y sus intereses particulares.

Durante su auge literario y filosófico publica el libro Poetas-Idealistas e

Idealismo de la América Hispana (1919) con el objetivo de dar a conocer sus

referentes literarios. El libro contiene una carta-prólogo de Gabriela Mistral,

donde apunta al cambio generacional cultivado por un mapa espiritual

sudamericano. Promueve a que la juventud tenga como única misión la de

"arder todo lo intensamente posible, sin cálculos, sin sistemas", buscando el

ideal patriótico. Además, ese mismo año, publica la novela corta El Juramento

en Argentina.

Continuando sus conversaciones con varios intelectuales, poco a poco se

establece su convicción política por el partido Republicano, especialmente con

Bautista Saavedra. A decir de Navarro, fue uno “de los pocos jóvenes que se le

acercó e intimó con él” y veía en el Partido Republicano a “fuertes luchadores

que nunca se intimidaron ante el peligro”.

El 12 de julio de 1920 se producía la “gloriosa” revolución, misma en la que

Navarro fue participante activo, donde el republicanismo llega al poder ante un

decadente gobierno liberal. Fue meses después, cuando decide, junto con

Vicente Fernández, publicar el folleto “Crónicas de la revolución del 12 de julio”,

contenido ampliamente parcializado hacia el bando republicano. Navarro,

además, relata su participación y su designación, por 24 horas, como

Gobernador del Panóptico Nacional. El nuevo gobierno, dirigido por Bautista

Saavedra, como agradecimiento lo envía como cónsul a Francia. En este punto

su pensamiento cambia, abandonando el anarquismo y abrazando el marxismo

desenfrenadamente.

En 1922, se revela una nueva publicación suya. Su amigo, Amadeo Legua,

sugiere a Navarro cambiar su nombre para impedir su despido en el cargo


diplomático otorgado. Aceptando las sugerencias publica “El Ingenuo

Continente Americano” con el seudónimo que lo llevará a la fama internacional:

Tristán Marof.

En este ensayo político, fulmina a su antigua filiación modernista e idealista,

rompiendo totalmente con varios intelectuales que él había frecuentado años

antes. Así, empieza su camino en el marxismo.

Muchas circunstancias llevaron al joven Navarro a dar un giro en su

pensamiento. Tanto la persecución política desde joven como los cambios

mundiales como la Revolución Rusa hicieron detener su desarrollo espiritual y

buscar nuevos conceptos de interpretación sobre nuestro país.

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