Las Memorias de Gustavo Adolfo Otero
Por Oscar Córdova Sánchez
Para conocer las inquietudes, ideas y direcciones que llevan al artista y su obra, es necesario, al menos, saber su vida y la transición que tuvo, sintetizando el ambiente y personajes que, básicamente, se tornan en su fuente de evocación creadora.
Sin embargo,
ciertos artistas plasman su legado en la autobiografía, fuente de una parte de
la vida del que la escribe, donde tiene una veracidad que demuestra las
conexiones con su entorno y así poder conocer al hombre y no al artista.
Es el caso de
Gustavo Adolfo Otero Vertiz (1896 - 1958), escritor que tejió diversas
actividades como periodista, novelista, sociólogo, historiador y biógrafo.
Además, que la ceguera política también en un momento lo invadió y del cual se
adentró en su fuente literaria para desenmascarar aquellos personajes tan
dramáticos en la historia de nuestro país.
El 8 de mayo de
1943, concluía su tercer y último intento por editar su autobiografía,
condensada en varias secciones pintorescas de su paso por el mundo.
Pasados unos 19
años después de su deceso, que fue en 1958, salían a luz toda la gama escrita
de su vida y sus orígenes, en una única publicación por parte de Talleres
Litografías e Imprentas Unidas S.A. y que estuvo a cargo de sus familiares.
La obra fue
terminada en el mes de septiembre de 1977 y el poeta Jaime Sáenz fue invitado
para realizar el prólogo. El libro fue publicado con el título de Memorias de
Gustavo Adolfo Otero (Nolo Beaz)
Fue una edición
bien cuidada, con un reducido tiraje. La atención de las memorias del autor
tiene ciertas características esenciales que describe en su autobiografía.
Dividido en
tres partes que dan inicio a varias anécdotas que muestran "tan sólo el
hombre, el humano Gustavo Adolfo Otero a secas, desnudo y frío", a decir
de Saenz.
Escribir de las
acciones que toma su vida, es también dar a relucir los orígenes de sus
antepasados. Otero no pierde la oportunidad de hacerlo.
Realizando una
cronología de la familia Otero y Vertiz, muestra con sinceridad y sin tapujos
de elogios, las dramáticas concurrencias que dieron a parar con su ascendencia
caudillista y los afanes de sobrevivir en una ciudad que aún no se definía.
Su vida como
estudiante, Colegio Nacional de Ayacucho, específicamente, del Taravillo como
su tío lo llamaba, era el común denominador de la pedagogía de ese tiempo,
donde la "letra entra con sangre" y darse unas "buenas
palizas" entre compañeros de colegio era un reto por la valía del
hombrecillo que aún seguía normas de su profesor.
En su trayecto
leemos los orígenes de su afición a la lectura, como también su adicción a las
mujeres. Como debilidad superior pasa con deleite las pasiones carnales hasta
anularla por unos años cuando se establece definitivamente con Hortecia
Arguedas, hermana de Alcides Arguedas.
Siempre sereno
y resuelto Otero no pierde la oportunidad cuando se mete de lleno al oficio del
periodismo y a crear grupos como el "Círculo Futurista", en 1916, y
el "Ateneo de la Juventud", en 1921. Además, ser parte de diferentes
medios de prensa como "El Comercio de Bolivia", "El
Diario", "El Fígaro”, donde vio la primera forma del escritor
entonado en ideales que llegan a crear nuevas variantes de protesta para la
época.
Franz Tamayo,
Daniel Sánchez Bustamante o Tomás Manuel Elio fueron algunos de sus compañeros
de trabajo en sus cortos 18 años. Esta fue la base para la creación de revistas
como La Ilustración (1921) y La Revista de Bolivia (1937). Ambos fueron en su
tiempo un éxito en ventas y en lecturas.
Otero, además,
desfigura a políticos y escritores; figuras que en ese tiempo resonaban casi
siempre en los oídos de la población con elogio y admiración.
Es el caso del
"profesor falsificado, arqueólogo de pega, sabio de calcomania"
Arthur Posnansky; llegando a la conclusión vista con sus "propios
ojos" su "calidad de pirata".
Otro escritor y
cuñado suyo, Alcides Arguedas, también
fue víctima de sus escritos. Siendo el mejor amigo de Otero el sarcasmo y la
figura burlesca ante los personajes del
momento.
Pero uno de los
pocos que no sufrió tanto en sus escritos por su picaresca burla fue el
presidente José Gutierrez Guerra, que lo conoció siendo su secretario privado.
Anotando que fue un "magnífico ejemplar de superioridad humana".
Con el paso de
los años, se forma el carácter que llevaría su nombre en las letras bolivianas
bajo el pseudónimo de "Nolo Beaz", extraído de la novela Nolo de Luis
Capitán y el apellido del pintor español, Beaz. Fue que debutó con su libro
"Cabezas" en 1919, publicado recién en 1921, que incluía párrafos
escritos de “siluetas humorísticas de políticos, parlamentarios, literatos y
demás liendres de la fauna pintoresca".
Desde ese
momento, con gran éxito en ventas, Nolo Beaz iría ganándose el pan de cada día
y también, el enojo e ira de varios individuos que detentaban el poder en aquel
momento.
Otero, que
tenía inconvenientes con el nuevo gobierno de Bautista Saavedra, vierte sus
balas para herir al caudillo desde tres sitios como "La Ilustración",
fundador de la revista; "El Diario" y "La Razón", con el seudónimo
de Dyonisios. Además, las crónicas "Panorama Grotesco" y su novela
satírica "El Honorable Poroto" son una fuente literaria atractiva del
modo de vida política que se vivía en ese tiempo.
Esto hacía a
Saavedra fijar la mirada en Gustavo Adolfo Otero listo para un ostracismo predecible
y como pasó años más tarde.
Fue así, que su
confinamiento de meses en Ulla-Ulla, Mocomoco y Chuma entre 1923 y 1924, fueron
de un despertar decisivo para ser escritor, ya que este lustro fue la fuente de
rebeldía, compromiso y divulgación sobre nuestro país a través de la pluma
afilada de Otero y que formó parte, años después, del Partido de la Unión
Nacional (Nacionalista).
Cuando se
inicia la Guerra del Chaco (1932-1935) Otero eleva el valor del ser boliviano,
mostrando su convicción y admiración a Daniel Salamanca, como años después,
1942, haría lo mismo con Enrique Peñaranda, ambos presidentes de nuestro país.
De esta manera
su autobiografía termina, en última instancia, distante de una buena salud y
disgusto por el libro de Enrique Finot, Historia de la Literatura Boliviana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario