domingo, 26 de junio de 2022

El Ateneo Femenino: femenismo, élite y arte.

 

El Ateneo Femenino: feminismo, élite y arte




Por Oscar Córdova Sánchez

La segunda década del siglo XX en Bolivia tuvo una data cronológica de cambios políticos, de nuevas ideologías y de nuevos conceptos inducidos por el teatro, literatura y pintura centrados en una visión más nacional y menos extrajera. Con el fin del mandato liberal en el gobierno y el inicio del republicanismo, misma representación con diferente nombre, se inicia la era de las ideas juveniles con la creación de centros artísticos, cenáculos literarios y más que todo dar un nuevo espacio a la representación de la mujer con organizaciones, conscientes de su alejamiento en la toma de decisiones del país.

Y fue el Ateneo Femenino aquella semilla que, si bien tenía representación de una clase media-alta, fue un punto clave para desarrollar propuestas en un país tan conservador como fue la Bolivia del siglo pasado.

El grupo nació a partir de una dirección anexa al Ateneo de la Juventud, grupo creado en 1922, conformado por jóvenes intelectuales inspirados en la creación de nuevas ideas artísticas. En sus corrientes artísticas fueron demostrando su talento en el teatro y la literatura; su filosofía, si bien era dispersa, tenía el propósito de dar voz a aquellas mujeres a través del arte y la palabra escrita desde el punto de vista netamente femenino.

María Luisa Sánchez Bustamante (Malú), hija del político y escritor Daniel Sánchez Bustamante, tomó la dirección del naciente Ateneo Femenino. Pero la condición que puso para tomar la dirección fue ser una entidad totalmente autónoma e independiente del Ateneo de la Juventud. Logrados esos términos se pudo conformar la primera directiva a la cabeza de Malú como primera presidenta, Isabel Hayllot y Carmen Torres Ballivián como vicepresidentas y diferentes secretariados que aumentarían con los años.

Con plena convicción y entusiasmo por parte de aquellas mujeres, que en su mayoría fueron maestras, el Ateneo Femenino fue creado el 17 de abril de 1923 y a decir de su líder, Malú, esta entidad “no dependería del Ateneo de la Juventud, no seguiría su ejemplo… ni admitiría delegado alguno en su seno”.

Con esa actitud nace, sino es la primera, la más importante aglomeración artística, ideológica, filosófica, política y literaria hecha por mujeres y para mujeres. En su estatuto se puede leer que dará estudio de todos los problemas sociales y en especial a los que atañen a la mujer en su condición civil y jurídica.

Teniendo su propio local ubicado en la calle Recreo, y con una senda de actividades por iniciar, las integrantes tenían rasgos muy particulares para formar parte de la nueva entidad. Todas tenían una educación privilegiada, eran de familias acaudaladas y, en su mayoría eran esposas o familiares de algún político o empresario. Es el caso de la misma Malú. Con todas esas ventajas sobre otras organizaciones femeninas decidieron dotar al Ateneo Femenino de su máxima

expresión de ideas. Mireya Sánchez sostiene que el Ateneo Femenino buscó el mejoramiento y la renovación de la mujer a través del mejoramiento cultural, intelectual y la reivindicación de sus derechos.

Con la creación de dos revistas Eco Femenino (1923) e Índice (1927) se puede evidenciar la prueba de la exaltación de su voz y sus inquietudes, pero además recoge influencias del movimiento cultural feminista extranjero. Extrayendo algunas noticias y acontecimientos del continente respecto a la mujer, se afianza nuevas alianzas y se va ampliando hacia nuevas socias donde puedan ser parte de manera participativa; además, de fundar otras sedes en Cochabamba, Oruro y Sucre.

Entre sus socias honorarias que destacaban en el ámbito literario estaban Juana de Ibarbourou (1892 – 1979), poetisa uruguaya y una de las mayores figuras liricas hispanoamericanas a principios del siglo XX; Adela Zamudio (1854 – 1928) precursora del feminismo en Bolivia, destaca con sus poesías y con su novela, Intimas (1913), la convertiría en una de las grandezas intelectuales de la literatura boliviana. Teniendo, además, a jóvenes, previo ingreso mediante una presentación de una tesis, que se formaban en la escritura, poesía y pedagogía como María Teresa Solari, Leonor Diaz Romero o María Josefa Saavedra, una de las primeras abogadas tituladas del país. Fueron así incrementándose con el tiempo llegando a ser mas de 40 socias, pero con la convicción de liberar a la mujer de los férreos prejuicios que la sociedad ejerció sobre ella.

Fueron intensas las participaciones en congresos, talleres y actividades que dignificaron el valor de la mujer boliviana de los años 20.

Podemos mencionar su participación el II Congreso de la Liga Panamericana de Mujeres en Lima, 1924, con trabajos llevados por las representantes del Ateneo Femenino sobre educación, derecho al voto y alfabetización en áreas rurales o el congreso de la Liga Ibérica-Hispanoamericana de Mujeres realizada en México el año 1925.

Pero la mayor congregación que reuniría a todas las agrupaciones femeninas en Bolivia fue en el año 1929, cuando realizaron la Primera Convención Nacional de Mujeres, con el objetivo de formar un solo bloque de mujeres sin distinción de clase bajo el término de reivindicar los derechos civiles y la protección de la mujer trabajadora. Con ese propósito se enfrentaron a otras organizaciones femeninas como la Federación Obrera Femenina (FOF) debido a diferencias ideológicas y de causa, de este modo, si bien se realizó el evento exitosamente con las ponencias de las socias del Ateneo, no se pudo construir un fin común.

Pero la hecatombe para unir esfuerzos se aproximaría cuando se produjo la Guerra del Chaco (1932-1935) donde la mujer totalmente entraría en la esfera de importancia política. Al respecto, Marcela Revollo, menciona: “La guerra contribuyó a fortalecer la presencia pública del movimiento de mujeres como un nuevo sujeto político, social y económico".

Para los años 40, las dos sociedades femeninas más importantes fueron la Legión Femenina de Educación Popular América (LFEPA), fundada después del conflicto bélico del Chaco, de amplia expansión latinoamericana, y el Ateneo Femenino que seguía siendo, como diría María Álvarez: “Una organización importante, pero su composición como sus demandas estaban más limitadas a las mujeres de las clases alta y media”.

En la Convención de 1945 lograron el sufragio sólo para mujeres “letradas” en las elecciones municipales. Pasarían siete años, 1952, para que el sufragio sea universal y no tenga ningún impedimento para ejercer su derecho al voto y que el Ateneo Femenino no había logrado décadas antes.

Con el pasar del tiempo y las nuevas organizaciones que antiguas socias fundarían, se fue invisibilizando la labor del Ateneo que alguna vez, en la década de los años 20, fue la más importante institución artística, literaria y feminista de toda Bolivia.

 

 

Las Memorias de Gustavo Adolfo Otero

 Las Memorias de Gustavo Adolfo Otero


 

Por Oscar Córdova Sánchez

Para conocer las inquietudes, ideas y direcciones que llevan al artista y su obra, es necesario, al menos, saber su vida y la transición que tuvo, sintetizando el ambiente y personajes que, básicamente, se tornan en su fuente de evocación creadora.

Sin embargo, ciertos artistas plasman su legado en la autobiografía, fuente de una parte de la vida del que la escribe, donde tiene una veracidad que demuestra las conexiones con su entorno y así poder conocer al hombre y no al artista.

Es el caso de Gustavo Adolfo Otero Vertiz (1896 - 1958), escritor que tejió diversas actividades como periodista, novelista, sociólogo, historiador y biógrafo. Además, que la ceguera política también en un momento lo invadió y del cual se adentró en su fuente literaria para desenmascarar aquellos personajes tan dramáticos en la historia de nuestro país.

El 8 de mayo de 1943, concluía su tercer y último intento por editar su autobiografía, condensada en varias secciones pintorescas de su paso por el mundo.

Pasados unos 19 años después de su deceso, que fue en 1958, salían a luz toda la gama escrita de su vida y sus orígenes, en una única publicación por parte de Talleres Litografías e Imprentas Unidas S.A. y que estuvo a cargo de sus familiares.

La obra fue terminada en el mes de septiembre de 1977 y el poeta Jaime Sáenz fue invitado para realizar el prólogo. El libro fue publicado con el título de Memorias de Gustavo Adolfo Otero (Nolo Beaz)

Fue una edición bien cuidada, con un reducido tiraje. La atención de las memorias del autor tiene ciertas características esenciales que describe en su autobiografía.

Dividido en tres partes que dan inicio a varias anécdotas que muestran "tan sólo el hombre, el humano Gustavo Adolfo Otero a secas, desnudo y frío", a decir de Saenz.

Escribir de las acciones que toma su vida, es también dar a relucir los orígenes de sus antepasados. Otero no pierde la oportunidad de hacerlo.

Realizando una cronología de la familia Otero y Vertiz, muestra con sinceridad y sin tapujos de elogios, las dramáticas concurrencias que dieron a parar con su ascendencia caudillista y los afanes de sobrevivir en una ciudad que aún no se definía.

Su vida como estudiante, Colegio Nacional de Ayacucho, específicamente, del Taravillo como su tío lo llamaba, era el común denominador de la pedagogía de ese tiempo, donde la "letra entra con sangre" y darse unas "buenas palizas" entre compañeros de colegio era un reto por la valía del hombrecillo que aún seguía normas de su profesor.

En su trayecto leemos los orígenes de su afición a la lectura, como también su adicción a las mujeres. Como debilidad superior pasa con deleite las pasiones carnales hasta anularla por unos años cuando se establece definitivamente con Hortecia Arguedas, hermana de Alcides Arguedas.

Siempre sereno y resuelto Otero no pierde la oportunidad cuando se mete de lleno al oficio del periodismo y a crear grupos como el "Círculo Futurista", en 1916, y el "Ateneo de la Juventud", en 1921. Además, ser parte de diferentes medios de prensa como "El Comercio de Bolivia", "El Diario", "El Fígaro”, donde vio la primera forma del escritor entonado en ideales que llegan a crear nuevas variantes de protesta para la época.

Franz Tamayo, Daniel Sánchez Bustamante o Tomás Manuel Elio fueron algunos de sus compañeros de trabajo en sus cortos 18 años. Esta fue la base para la creación de revistas como La Ilustración (1921) y La Revista de Bolivia (1937). Ambos fueron en su tiempo un éxito en ventas y en lecturas.

Otero, además, desfigura a políticos y escritores; figuras que en ese tiempo resonaban casi siempre en los oídos de la población con elogio y admiración.

Es el caso del "profesor falsificado, arqueólogo de pega, sabio de calcomania" Arthur Posnansky; llegando a la conclusión vista con sus "propios ojos" su "calidad de pirata".

Otro escritor y cuñado suyo,  Alcides Arguedas, también fue víctima de sus escritos. Siendo el mejor amigo de Otero el sarcasmo y la figura burlesca ante los  personajes del momento.

Pero uno de los pocos que no sufrió tanto en sus escritos por su picaresca burla fue el presidente José Gutierrez Guerra, que lo conoció siendo su secretario privado. Anotando que fue un "magnífico ejemplar de superioridad humana".

Con el paso de los años, se forma el carácter que llevaría su nombre en las letras bolivianas bajo el pseudónimo de "Nolo Beaz", extraído de la novela Nolo de Luis Capitán y el apellido del pintor español, Beaz. Fue que debutó con su libro "Cabezas" en 1919, publicado recién en 1921, que incluía párrafos escritos de “siluetas humorísticas de políticos, parlamentarios, literatos y demás liendres de la fauna pintoresca".

Desde ese momento, con gran éxito en ventas, Nolo Beaz iría ganándose el pan de cada día y también, el enojo e ira de varios individuos que detentaban el poder en aquel momento.

Otero, que tenía inconvenientes con el nuevo gobierno de Bautista Saavedra, vierte sus balas para herir al caudillo desde tres sitios como "La Ilustración", fundador de la revista; "El Diario" y "La Razón", con el seudónimo de Dyonisios. Además, las crónicas "Panorama Grotesco" y su novela satírica "El Honorable Poroto" son una fuente literaria atractiva del modo de vida política que se vivía en ese tiempo. 

Esto hacía a Saavedra fijar la mirada en Gustavo Adolfo Otero listo para un ostracismo predecible y como pasó años más tarde.

Fue así, que su confinamiento de meses en Ulla-Ulla, Mocomoco y Chuma entre 1923 y 1924, fueron de un despertar decisivo para ser escritor, ya que este lustro fue la fuente de rebeldía, compromiso y divulgación sobre nuestro país a través de la pluma afilada de Otero y que formó parte, años después, del Partido de la Unión Nacional (Nacionalista).

Cuando se inicia la Guerra del Chaco (1932-1935) Otero eleva el valor del ser boliviano, mostrando su convicción y admiración a Daniel Salamanca, como años después, 1942, haría lo mismo con Enrique Peñaranda, ambos presidentes de nuestro país.

De esta manera su autobiografía termina, en última instancia, distante de una buena salud y disgusto por el libro de Enrique Finot, Historia de la Literatura Boliviana.

Otero deja estas líneas para su intervención en extraer datos para conseguir un perfil más realista y menos ficcional de personajes que hasta ahora se nos muestran. Devela la certeza de su cambio tranquilo, pasivo y travieso a uno luchador, contestatario y 

El continente ingenuo y el origen de Tristan Marof

 El Continente Ingenuo y el origen de Tristan Marof



Por Oscar Cordova Sanchez


A 100 años de la primera obra de Gustavo Navarro con el seudonimo de Tristan Marof


Las observaciones desde Bolivia, especialmente desde la ciudad de La Paz, sobre las acciones bélicas de la Gran Guerra (1914-1918) y la Revolución Rusa (1917) tuvo un quiebre en el pensamiento intelectual boliviano, donde se volcó la mirada a tratar de mejorar la crisis política, corroída por los constantes fraudes electorales realizados en el país y favorecidos al Partido Liberal, y buscar un horizonte más amplio de ideas venidas de Europa, especialmente de la recién creada Unión Soviética, para tratar de agrupar nuevos grupos que tendrán más visibilidad como los artesanos, universitarios y mineros. Bajo este procedimiento de acomodar ideas extranjeras a nuestro país, un joven escritor y decepcionado por las acciones hechas en nuestro país, tomaría el rumbo de ser el mayor promotor del comunismo en Bolivia a inicios de los años 20. Ese joven fue Gustavo Navarro, más conocido como Tristan Marof.

Gustavo Navarro (1898¿1896?-1979) fue un muchacho sucrense apasionado por el idealismo americano, así como su admiración a Franz Tamayo por su poesía y de Daniel Sanchez Bustamante por su ímpetu en dar realce a las nuevas generaciones. Navarro publicó varios escritos desde muy joven, entre ellos se encuentran Los cívicos. Novela política de lucha y de dolor (1919) y Poetas idealistas e idealismos de la América hispana (1919). Si bien estos textos fueron de una calidad literaria regular, la intención de ambos radica en bajar del poder al Partido Liberal y realizar una unión intelectual nacional para promover valores de civismo, patriotismo y fraternidad. 

Siendo amigo y admirador de Bautista Saavedra, se une al Partido Republicano y el 12 de julio de 1920, fue partícipe del derrocamiento del presidente José Gutierrez Guerra; esto, para los Republicanos fue denominado como la "Gloriosa" Revolución. Saavedra, ya en el poder, en agradecimiento por las acciones que Navarro realizó ese día, cómo ser director y encargado del Panóptico de La Paz durante horas y enviar al exilio a varios miembros del Partido Liberal, lo designó Cónsul en Paris. 

Es este el momento donde Navarro observa el concepto de cambio social en Europa y su visión de hacer lo mismo en el país. Pero el no quiere causar polémica solo con su país, sino con otros países del continente sudamericano; es así que se relaciona con intelectuales de renombre como Henry Barbusse (1873-1935), intelectual comunista francés y una de las voces más importantes en ese tiempo sobre el cambio ideológico que se daba en Europa. En ese momento desea dar rienda suelta a sus escritos y darse una fama continental con intenciones de generar controversias políticas y polémicas intelectuales posteriormente. 

Pero para que dicha obra sea publicada, logra contactarse con José Brissa, director de la Casa Editorial Maucci, para publicar su libro. Aceptando el trato, en 1922, se publica "El Ingenuo Continente Americano", advirtiendo que 'trata de un libro de crítica donde pinto las partes ridículas de casi todos los países americanos y de sus personajes de entonces: monos de chaleco blanco'; sin embargo, quedaba por hacer un nuevo seudónimo al autor de tan polémica obra. 


Siendo cónsul en París, debía cambiar su nombre a un seudónimo para impedir posteriores reclamos o protestas de naciones y personajes que menciona en su libro. Su amigo, Darius Frosti, le da la sugerencia de colocarse como Tristan y Navarro le da el apellido de origen búlgaro Marof. Así Tristan Marof empieza la cacería con su primer ensayo sobre el continente 'ridículo' e 'ingenuo' como él afirma.

El libro alcanzó fama internacional por desnudar los defectos continentales, su otro interés está en llenar de adjetivos negativos a Chile; la reacción chilena no se dejó esperar. El Cónsul de Chile en La Paz reclamó una del gobierno, adjudicando que Gustavo Navarro era el ingeniero de tal publicación y difusión. Sin distracciones, Saavedra, desvío la polémica y desmintió tales acusaciones, y envío a Marof como Cónsul a Génova. 


La Obra

El estudio inicia con un fragmento epistolar que Barbusse envía a Marof, destacando su 'voz recta de la verdad' y aprueba su coraje tan elevado por esa juventud sudamericana que encarna Marof. Y, si bien señala cambios, también previene los 'desalientos' por obra publicada. Ademas, tiene un epilogo de Amndeo Legua, admirador del nuevo talento de Marof por ser un joven de excepcional talento y no ser un vividor del nacionalismo.

De a poco el concepto de su libro se expone en tres partes. La primera con el subtítulo de El Calvario De América donde destaca las características del 'odio a todo lo que signifique verdad'; acusa a la vida española que dejó herencia bastarda en las poblaciones vírgenes del continente, y aún más, importar el militarismo tan adorado por los pueblos. Además, incluye a sus grupos siempre aliados como los abogados y curas que buscan el título de General de una república; todos estos elementos caracterizados por 'poseer una ignorancia legendaria'.

Atribuye a la literatura de 'alcoba' por su romántica vida pasiva y su adicción a los vicios juveniles que van desde el fanatismo religioso hasta la prostitución desvergonzada. Aquí Marof culpa al colombiano José Vargas Vila como principal actor de pervertir a las mentes infantiles de su literatura, tildado como  'disoluto e imbécil'; al guatemalteco Enrique Gomez Carrillo, por su 'comedia de falsedad', y un sinfín de otros escritores, 'poetas verlenianos' y 'pequeños Darios' son causantes de que la América se divierta aún sacrificando su libertad.

Marof no abandona su crítica mordaz a los latinoamericanos residentes en París, donde la mayoría, entre políticos, escritores y pintores, traen 'una incultura kilométrica (…) de la que se aprovecha el europeo prácticamente'. No se detiene al mencionar sus charlas con algunos políticos residentes en París y demostrar su ingenuidad, egoísmo y mentira.

En la segunda parte, El Crimen de América, acomoda toda la munición para atacar despiadadamente a la República de Chile, por haber sido el principal usurpador de las costas marítimas a Bolivia, un conflicto que es 'detestablemente cómico y de mal gusto hablar de escenas de valor y epopeyas brillantes'; esa misma razón de usurpación ve en el alma chilena que  tiene algo de 'servil, torpe y raro'. Esto, de acuerdo a su forma de haber nacido como una nación, se transmite en el mando gubernamental que ejerce y de 'bufones' literatos. Para Marof, los vicios de  ambición, egoísmo y apariencias en la población chilena se debe a su 'pretensión de querer ser un gran pueblo', anexando ideas, territorios y odios de otras repúblicas. No queriendo dejar sin defensa a Chile ataca a todo su conglomerado literario y a su periódicos principales de mentir a su patria, viciada por la 'aristocracia' chilena e inglesa.

En la tercera parte, La República Obrera en América, realiza la tesis de que todos los obreros, indios e intelectuales se unan para conformar un equipo que llegue a más espacios de difusión. En el caso de Bolivia, enmarca su tesis de nacionalizar las minas, industrializar los elementos agrícolas e inducir en el campesino un apoyo moral, ya que el único 'parásito' según Marof es el ¨joven de club, que vive ultrajando el trabajo de los infelices¨. Estando en contra del individualismo regional, augura que la única solución para el país es la dotación de tierras fértiles con una misma proporción; la creación de un servicio militar y minero para todos durante un año, y una reestructuración pedagógica con énfasis en el aprendizaje dinámico de obrar en constante desarrollo comunitario. La única solución para Bolivia se encontraría en entrar de lleno en el pensamiento comunista, tan deseado en aquel entonces por Marof. 

En su tesis para fomentar esta ideología hace una cronología sobre el Imperio Inca y la resistencia aymara durante el período colonial. Dando cuenta que sus métodos de supervivencia en los incas fue de una estructura comunista y en los aymaras se halla vestigios de dicha estructura.

Para su tesis final, advierte que el continente sudamericano debe despertar de su ingenuidad y manipulación para enfrentar a los poderes gubernamentales y generar mejores condiciones en el pueblo. 

Si bien el objetivo del libro es una acusación general a la mala organización del continente, fustigando a varios personajes por sus ambiciones personales, hace, al mismo tiempo, un momento de reflexión para importar ideas y ver si estas funcionan en tierras sudamericanas.


domingo, 12 de junio de 2022

Gustavo Navarro antes de ser Tristan Marof

 Gustavo Navarro antes de ser Tristán Marof






Oscar Córdova Sánchez

Estudiante Universitario y Gestor Cultural

Durante la segunda década del siglo XX, en nuestro país, se tuvo un auge

intelectual por parte de políticos, escritores y profesores universitarios, donde

sus escritos quedaban como testimonio de sus pensamientos e inclinaciones

político-ideológicas. En este campo, Gustavo Adolfo Navarro fue de los pocos

jóvenes que propuso una nueva lectura sobre la capacidad del boliviano y

encontrar la máxima cumbre para su superación.

Desde su temprana edad, 17 años, tuvo que vivir las inclemencias del clima

político. Siendo estudiante de derecho es arrestado por realizar protestas

consecuentes y sediciosas ante el estado de sitio que Ismael Montes había

decretado. Eso no impidió al joven Navarro abandonar su malestar por el

gobierno de turno. Su capacidad de lector y su espíritu por las letras hizo que

vaya a refugiarse en varios cenáculos literarios y encontrar en los grandes

hombres de esa época consejos para mejorar su estilo que, poco a poco, se

tornaría más acido y crítico.

Proviniendo de una familia reconocida, donde su padre, Valentín, héroe de

Calama en la Guerra del Pacifico y sus tíos, Luis y Aniceto, destacados

políticos conservadores, hicieron que el joven Gustavo tenga las facilidades

para la lectura desde temprana edad. Motivado por su “natural rebeldía” publica

sus primeros artículos en El País, dirigido por Ignacio Prudencio Bustillo, los

cuales se destacan por un fuerte tono contra el “montismo decadente”. Por esta

razón es exiliado por el gobierno, viajando a Chile en 1917.

En Chile se relaciona con los colaboradores de Selva Lirica, antología de

poesía chilena, una de las más importantes publicaciones chilenas de esa

época. Fue acá donde Navarro se relaciona con escritores como Antonio

Bórquez Solar, Carlos Mondaca, Daniel Vásquez o Gabriela Mistral, esta última

tendrá una serie de intercambios epistolares con el joven Navarro, donde

despertará su inquietud por la lectura latinoamericana y su filiación por conocer

a los cultores de un espíritu propio y autentico.

Después de haber conocido las inquietudes de estos jóvenes reformadores por

una búsqueda espiritual para guiar al pueblo chileno, decide viajar a Argentina.

Gabriela Mistral manda un conjunto de cartas de recomendación a varios

escritores, en especial a Constancio Vigil, quien encuentra en el joven Navarro

un futuro escritor de talla continental, disponiendo su revista Mundo Argentino

para publicar sus notas y, además, aprovecha para publicar su libro Cantos a

Francia y a Bélgica, y dictar varias conferencias en torno a la raza india.

Al año siguiente, 1918, publica el único número de la revista Renacimiento Alto

Peruano, siendo el director y único fundador. El objetivo de la revista buscaba

“ayuda a todos los intelectuales, a los idealistas, a los sinceros, a los quijotes”.

Tenía la intención de publicar esta revista para una generación intelectual con


metas enmarcadas en el progreso cultural del país. Además, Navarro destila su

pensamiento con miras a la lectura de solo los “espíritus libres”. Sus estudios

filosóficos puestos en una diversidad de intelectuales argentinos, bolivianos y

peruanos, constituye, además, su inclinación anarquista, misma que se hace

sentir al leer su revista. A decir de Nivardo Rodríguez, Navarro en su primera

etapa “comulgó con las ideas anarquistas, con tintes tolstoyanos”,

La correspondencia que Navarro sostenía con intelectuales nacionales y

extranjeros fue para acumular no solo críticas y adulaciones, sino para hacerse

conocer en el mundo de las letras sudamericanas. Los comentarios

halagadores sobre su revista se hacen más influyentes cuando personajes de

la talla de Franz Tamayo, Daniel Sánchez Bustamante o Gabriela Mistral

proyectan en el joven Navarro un ideal patriótico e intelectual en ascenso.

Ese mismo año se traslada a vivir a la ciudad de La Paz, donde sus pasiones

políticas por exhibir la deficiencia del gobierno se hacen difundidas en su nuevo

trabajo en El Hombre Libre, anulando totalmente su emprendimiento cultural

con su revista. Asimismo, publica Los Cívicos, novela política de lucha y de

dolor, donde el personaje principal, Julio Costa, promueve la lucha contra los

partidos políticos y sus intereses particulares.

Durante su auge literario y filosófico publica el libro Poetas-Idealistas e

Idealismo de la América Hispana (1919) con el objetivo de dar a conocer sus

referentes literarios. El libro contiene una carta-prólogo de Gabriela Mistral,

donde apunta al cambio generacional cultivado por un mapa espiritual

sudamericano. Promueve a que la juventud tenga como única misión la de

"arder todo lo intensamente posible, sin cálculos, sin sistemas", buscando el

ideal patriótico. Además, ese mismo año, publica la novela corta El Juramento

en Argentina.

Continuando sus conversaciones con varios intelectuales, poco a poco se

establece su convicción política por el partido Republicano, especialmente con

Bautista Saavedra. A decir de Navarro, fue uno “de los pocos jóvenes que se le

acercó e intimó con él” y veía en el Partido Republicano a “fuertes luchadores

que nunca se intimidaron ante el peligro”.

El 12 de julio de 1920 se producía la “gloriosa” revolución, misma en la que

Navarro fue participante activo, donde el republicanismo llega al poder ante un

decadente gobierno liberal. Fue meses después, cuando decide, junto con

Vicente Fernández, publicar el folleto “Crónicas de la revolución del 12 de julio”,

contenido ampliamente parcializado hacia el bando republicano. Navarro,

además, relata su participación y su designación, por 24 horas, como

Gobernador del Panóptico Nacional. El nuevo gobierno, dirigido por Bautista

Saavedra, como agradecimiento lo envía como cónsul a Francia. En este punto

su pensamiento cambia, abandonando el anarquismo y abrazando el marxismo

desenfrenadamente.

En 1922, se revela una nueva publicación suya. Su amigo, Amadeo Legua,

sugiere a Navarro cambiar su nombre para impedir su despido en el cargo


diplomático otorgado. Aceptando las sugerencias publica “El Ingenuo

Continente Americano” con el seudónimo que lo llevará a la fama internacional:

Tristán Marof.

En este ensayo político, fulmina a su antigua filiación modernista e idealista,

rompiendo totalmente con varios intelectuales que él había frecuentado años

antes. Así, empieza su camino en el marxismo.

Muchas circunstancias llevaron al joven Navarro a dar un giro en su

pensamiento. Tanto la persecución política desde joven como los cambios

mundiales como la Revolución Rusa hicieron detener su desarrollo espiritual y

buscar nuevos conceptos de interpretación sobre nuestro país.

Los Urquizo y su aporte a la lectura en Bolivia

 Los Urquizo y su aporte a la lectura en Bolivia



Oscar Córdova Sánchez

Estudiante Universitario y Gestor Cultural

La lectura en nuestro país siempre tuvo más desaciertos que aciertos, esto

debido al desinterés gubernamental de promover y expandir la lectura a todo el

país. Este problema no es nuevo, sino data desde varias décadas atrás, con el

sistema educacional que excluía a varios sectores sociales.

El núcleo del problema yace en nuestra formación pedagógica, más aún con

los proyectos educativos efímeros, no se logra establecer una dinámica

adecuada al contexto del momento de manera sostenible; por ende, la poca

atención en programas de lectura hacia la comunidad estudiantil se hace

deficiente.

A principios del siglo XX se inicia un boom de emprendimientos editoriales,

fomentados por publicar autores nacionales y dar a conocer al lector las

inquietudes del país a través de libros de historia, poesía, sociología, novela y

cuento. Editoriales como Arnó (ahora llamada Gisbert), González y Medina o

Renacimiento tuvieron como objetivo importar libros académicos y publicar

obras nacionales, siendo universitarios y profesores los principales lectores. Si

bien estos emprendimientos eran, en su mayoría, iniciativas extranjeras, sin

duda se dio un salto para la literatura boliviana.

Con el mayor desarrollo de la producción editorial y el descubrimiento de

nuevos escritores, nace en el año 1948 la librería-editorial Juventud de la mano

de Rafael Urquizo y Elsa Mendoza. Siendo una de las editoriales más

requeridas en nuestro país durante la segunda mitad siglo XX.

La labor que empezó Juventud no fue fácil, la falta de coordinación para

promover títulos de autores bolivianos venía con poca aceptación del público

lector, debido a la poca difusión y la escasa distribución de tirajes que se

vendían. Ambos, Rafael y Elsa, tenían previos conocimientos sobre el trabajo

editorial, y con ese gran esfuerzo lograron sacar los primeros títulos:

Fundamentos de Derecho Político de Alipio Valencia Vega y Criminología de

Huáscar Cajías, este último con varias ediciones, siendo consultado

frecuentemente por estudiantes universitarios. Asimismo, se hacia

importaciones de libros de Argentina, México y España.

La falta de una imprenta propia no impidió la publicación de libros nacionales,

donde uno de sus colaboradores externos, Ernesto Burillo, fomentó en los

primeros años la labor de la editorial paceña. Por ende, poco a poco, la

demanda crecía llegando a obtener su propia imprenta en 1968 cambiando su

nombre a Empresa Editora Urquizo. Este apoyo fue constante por parte de los

hijos de Rafael para sostener la empresa editorial y continuar con el trabajo que

su padre empezó. Así, en el año 1971, su hijo, Gustavo Urquizo, empezó su

trabajo como librero, adentrándose en el mundo literario.


Uno de los aspectos más destacados de la editorial Juventud fue el bajo costo

de los libros. Accesibles, baratos y con varios títulos de autores bolivianos. Fue

una demanda creciente al punto que lograron producir textos escolares, dando

un mayor alcance a toda la población infantil, promovido por profesoras como

Pepa Flores con su libro Flores y Kantutas; al mismo tiempo que se publicaban

libros de cívica, historia y literatura para el ciclo primario y secundario.

El catálogo de la editorial rondaba los 200 títulos e incluía libros académicos

del área de derecho, medicina, antropología, sociología, literatura, ingeniería,

historia entre otros. Además, la reedición de varias obras de autores nacionales

como Franz Tamayo, Gabriel Rene Moreno o Alcides Arguedas, hacía una

inclinación menos superficial sobre nuestros escritores. Sus obras se

reeditaban después de 40 o 50 años. Así también, se hacía la promoción de

varias obras de intelectuales de la segunda mitad del siglo XX, como Augusto

Guzmán, Hernando Sanabria, Augusto Céspedes, Guillermo Francovich entre

otros.

Durante los años 70 y 80, época de máximo esplendor de la publicación de

libros por parte de la editorial Juventud, tuvo, a pesar del contexto sociopolítico

del momento, un auge y fue, junto con la editorial Los Amigos del Libro, los

máximos representantes de la difusión de literatura boliviana.

Esto duraría hasta mediados de los años 90, cuando se introdujeron nuevas

editoriales como Santillana y Don Bosco, donde promovieron textos escolares a

gran escala con una nueva pedagogía impuesta a base de consultores y

grupos de empresarios para su financiamiento, excluyendo a la editorial

Juventud poco a poco de la publicación de textos. Sin embargo, se continuaba

con la publicación de nuevos títulos como los tomos de la Historia del

Movimiento Nacionalista Revolucionario de Luis Antezana Ergueta o la Historia

del Pensamiento Político de Bolivia de Alipio Valencia Vega; pero la piratería se

adueñaría del mercado de libros y eso fue un golpe brusco para la editorial.

Por su labor constante, los reconocimientos fueron escasos. La Cámara de

Comercio entregó una placa conmemorativa por los 50 años de Juventud, pero

por parte del gobierno nada.

Cada vez se hacía inminente la desaparición de la editorial Juventud, pero fue

hasta que uno de los hijos de Rafael Urquizo, Gustavo, tuvo la gran idea de

seguir con el legado de su padre y continuar con la tradición editorial,

fomentando la lectura y difusión de libros a la población boliviana.

Desde el año 2008, ahora con el nombre de editorial GUM, se continúa con la

publicación del fondo editorial de Juventud a un precio accesible y con una lista

de autores nacionales y extranjeros. Al día de hoy se siguen reeditando obras

antiguas como los 5 tomos de Historia de Bolivia de Alcides Arguedas. Dando

frutos continuos a pesar de la digitalización de varios libros en formato PDF. El

legado aún continúa y varias librerías siguen adquiriendo títulos de la editorial

GUM.


GUM sigue con la venta de libros de su antecesor, Juventud. Sus compradores

no solo son profesionales que crecieron con las lecturas de Juventud, sino

varios estudiantes de colegio, donde buscan con entusiasmo y curiosidad los

títulos de GUM, fomentando a varias generaciones para que conozcan nuestra

literatura; asimismo, varios libreros de libro viejo siguen comprando ejemplares

que difícilmente pueden ser encontrados.

Ubicados en la calle Puerto Rico, entre Guerrilleros Lanza y Tejada Sorzano, la

empresa Editora Urquizo sigue con la venta de libros nacionales a bajo costo,

promovido ahora con Gabriela Urquizo, hija de Gustavo, continuando con la

labor que su abuelo diseñó con un valor patriótico hacia la promoción de las

letras nacionales y expandir hacia todo el país la lectura constante.

Daniel Sanchez Bustamante y la Revista de Bolivia

 Daniel Sánchez Bustamante y la Revista de Bolivia





Oscar Córdova Sánchez

Estudiante Universitario y Gestor Cultural

Durante finales del siglo XIX, ante la aproximación de una nueva literatura propia de

concepciones americanas como fue el modernismo, nació una propuesta por imponer

estas ideas e introducirlas en la literatura boliviana. Fue Daniel Sánchez Bustamante,

quién tenía la intención de importar nuevas formas de escritura al país y su Revista de

Bolivia, que fue base para formalizar una nueva tendencia para la creación de una

fórmula que una el modernismo a la poesía boliviana.

Antecedentes

En nuestro país, para la última década del siglo XIX, estuvo lleno de una turbulencia

interna sobre la base de los gobiernos conservadores y el ímpetu de agarrar el mando

de la nación por parte de los liberales. Por otro lado, además, varios intelectuales del

país proponían nuevas dinámicas en la esfera del conocimiento como la creación de

cenáculos literarios, revistas literarias o sociedades geográficas. Siendo así que varios

escritores, poetas en su mayoría, dejen de seguir los cánones románticos y pongan

énfasis a la lectura de obras de escritores latinoamericanos como Rubén Darío.

Daniel Sánchez Bustamante (1870-1933), hombre de gran peso intelectual, había

elevado su sabiduría desde su juventud, ya que, en el año 1889, a sus 19 años fundo,

junto con Carlos Bravo, la Sociedad Geográfica de La Paz con el objetivo de iniciar

estudios geográficos en el país y consolidar una base firme de regiones aun no

exploradas. El, posteriormente, invitó a hombres de ciencia como Agustín Aspiazu,

Nicolas Armentia, Nicanor Iturralde, Manuel Vicente Ballivián entre otros. Con esta

iniciativa, su guía y labor serian de gran proyección cultural.

El año 1898 es crucial para el movimiento político, social, económico y literario en

nuestro país. Político, por el auge del Partido Liberal y su propuesta de una “nación

federal”, siendo su desencadenante la lucha con el Partido Conservador

(constitucional) a la cabeza del presidente Severo Fernández Alonso, detonándose

una guerra civil a finales de ese año; social, por el cambio de la estructura de clases,

siendo la clase dominante, familias acaudaladas y provenientes de familias criollas,

Chuquisaca específicamente, desde años atrás, canjeada por un nuevo grupo

denominado mestizo o cholo, proveniente de su fuerza de trabajo para subir de rango

social, que se encontraba en Oruro y La Paz; económico por el auge del estaño en los

precios y vetas descubiertas, y la caída de la plata, siendo una lucha por el dominio y

control económico del país y finalmente literaria, que, empieza sus primeros pasos en

el movimiento modernista y en la nueva poesía propuesta ese año, como las de

Ricardo Mujía, Rosendo Villalobos o la del joven Franz Tamayo con su primera obra:

Odas. Siendo frecuentemente interrogado el modernismo, en artículos periodísticos y

ensayos de diversos estilos, definiendo claves para su potenciación en nuestro medio.

Ese mismo año, Sánchez Bustamante, con toda proyección de necesidad de expandir

el movimiento modernista, síntesis del parnasianismo y simbolismo, a nuestro país,

logra crear la Revista de Bolivia, siendo su fundador y principal director.

Una nueva transición para la literatura boliviana

La revista, publicada en Sucre, tiene como principales redactores a Francisco Iraizós,

Ricardo Mujía y Julio Zamora. Su publicación se hacía semanal, de 16 páginas a dos


columnas. El contenido de la revista tenía temas variados como critica, poesía,

historia, sociología, cuestiones jurídicas o transcripciones de autores extranjeros,

haciendo más diversas las páginas de tan insigne revista. Además, siguiendo el ideal

patriótico, en cada fecha cívica, la revista dedicaba un número. En cada homenaje que

hacía la revista, se escribía distintas apreciaciones sobre la fecha o la fundación de

alguna ciudad.

El primer número, publicado el 1° de enero de 1898, contiene al inicio un Prospecto,

firmado por Francisco Iraizós, donde da entender el porqué de la revista y la intención

de sus fundadores, dado para poner en conocimiento el país y su “pensamiento de

éste, aunque sea en proporciones infinitesimales (..) también al servicio de los

esfuerzos que hace la mente humana cuando quiere determinar el concepto del

mundo o dar forma definitiva a la noción de lo bello”. El sumario, además, contiene

poesías de Ricardo Mujía y Rosendo Villalobos, una transcripción sobre las

investigaciones matemáticas de Sir John Lubbock, un análisis sobre el Congreso de

Sociología de París, novedades, notas bibliográficas entre otros.

En este número encontramos el texto de Sánchez Bustamante titulado “El

pensamiento de Bolivia en 1897”, donde anota sobre la situación del país, para buscar

el espíritu de la nación y el progreso con miras a la consolidación del ideal patriótico;

sin embargo, refuta a que “el genio boliviano no tiene lugar para el culto a las ideas y

para el afinamiento de su sentido estético”. Aquí ya se ve la intención primordial del

autor, con un claro objetivo que intenta dar forma a las nuevas creaciones poéticas,

con base en el movimiento modernista y de “buscar inspiración en la conciencia

contemporánea”.

La Revista de Bolivia, según Carlos Medinaceli, afirma que tuvo “calor de hogar”,

dando cabida a la “siempre huérfana intelectualidad boliviana”, por ese motivo

Sánchez Bustamante, reunió a los más grandes talentos intelectuales bolivianos de

ese tiempo, como Pedro Kramer, Gabriel Rene Moreno, Jenaro Sanjinés, que

destacaban en la investigación histórica de nuestro país; Lindaura Anzoategui de

Campero, Adela Zamudio y Hercilia Fernández de Mujía, destacadas poetisas

bolivianas; Fr. Nicolas Armentia, Carlos Bravo, Valentín Abecia, en el área de la

investigación geográfica. Además, de un gran numero de poetas y escritores noveles

como Eduardo Diez de Medina y José Aguirre Achá.

Un singular antimodernista

Con la introducción, poco a poco, del movimiento modernista a nuestro país, hubo

mucho escepticismo y desencanto. Entre los redactores de la revista, destacamos a

Francisco Iraizós (1857-1930), que sacó a flote su talento literario.

Periodista y filólogo, destacado por haber escrito con valentía en contra del gobierno

de Narciso Campero, siendo apresado y, al mismo tiempo, ganándose una fama que,

con los años, tendría mucha importancia con sus escritos sobre temas internacionales.

Franz Tamayo consideraba a Iraizós “como al mejor escritor boliviano, sólo que no

escribe”. Es probable, su literatura es muy escasa, a decir de Medinaceli, afirma que

“lo poco que le conocemos revela, empero, lo señorial de su estirpe intelectual. Todo

en él es selecto, escogido, alquitarado”.

En el número 26 de la revista, publica el articulo “El modernismo en América”, que

viene con oposición a la nueva literatura que impregnaba el espíritu de los más

jóvenes. Calificando a sus difusores como "decadentes", "místicos", "parnasianos",


"estetas" y "diabólicos", dando a entender en un párrafo de su exquisito artículo, su

concepción sobre el modernismo:

“El modernismo verdadero, exceptuando su cabotinismo simbólico y su ecolalia

infantil, es una de las más aristocráticas y tentadoras enfermedades. Obedece a esa

vaga inquietud que se apodera de un cerebro para el cual no tiene finalidad la

existencia; busca en todos los rincones del pensamiento, sacudiendo todas las fibras

del organismo, más allá del dolor y del placer, más allá del bien y del mal, una gota de

agua salada que haga soportable el insípido manjar de la vida ordinaria. De ahí

provienen sus hermosas aberraciones, su manía de lo imposible, su odisea al través

de todos los infiernos y de todos los paraísos”.

Negando su ingreso, Iraizós da el sitial de su característica forma de escribir,

Medinaceli considera que fue un humanista “rara avis” en nuestro país, por no haber

pasado otras disciplinas para demostrar su talento vasto. Poco tiempo después

aceptaría su ingreso, ya con la venida de Castalia Barbara (1899) de Ricardo Jaimes

Freyre, que daba un salto importante en las letras bolivianas.

Epílogo de La Revista de Bolivia

En cuanto a la difusión y duración de la revista, tuvo 44 números publicados hasta el

23 de diciembre de 1898. Creemos que su desaparición se debió a las causas

políticas que el país vivía en ese momento, como la Revolución Federal. Además, que

la mayor parte de la redacción de la revista era paceña, incluyendo el director y más

de la mitad de sus redactores. Por esta cuestión, probablemente, se dio fin a la causa

de la integración total del modernismo en Bolivia.

Años después, Fabian Vaca Chávez, escritor beniano, en el prólogo de “Discurso y

Opiniones” (1905), de Sánchez Bustamante, libro que reúne sus artículos publicados

en la Revista de Bolivia y algunas conferencias, menciona sobre su satisfacción y

orgullo de haber leído La Revista de Bolivia, que hicieron sentir en el joven las “gratas

impresiones intelectuales” cuando era colegial. Y, efectivamente, la influencia de

Sánchez Bustamante tuvo eco hasta los años 30 del siglo XX en nuestro país, donde

la juventud buscaba el ímpetu y espíritu intelectual.

La Revista de Bolivia tuvo en su época, pasos agigantados para una nueva

infraestructura literaria de nuestro país; además, de introducir el realismo y

naturalismo, confiere a la revista, una forma de reforzar nuestro intelecto y un porvenir

mejor para nuestra patria.

Bibliografía

1. Alarcón, R. (1925). Bolivia en el Primer Centenario de su Independencia 1825-

1925. (1ª. ed.) Nueva York: The University Society Inc.

2. Lora, G. (1967). Historia del movimiento obrero boliviano. (1848 - 1900) (1ª.

ed.) Bolivia: Los Amigos del Libro.

3. Medinaceli, C. (1967). Carlos Medinaceli escoge: la prosa novecentista en

Bolivia; antología crítica (1ª. ed.) Bolivia: Los Amigos del Libro.

4. Paz Soldán, A., Wiethuchter, B., Ortiz, R., Rocha, O. (2002). Hacia una historia

critica de la literatura en Bolivia (1ª. ed.) La Paz: Fundación PIEB.

5. Peñaranda, A. (1962). “La Revista de Bolivia” (ficha-bibliográfica). Sucre.

6. Sánchez Bustamante, D. (1905). Opiniones y discursos (1ª. ed.) La Paz:

Imprenta Velarde.

Arte y Trabajo: Entre la juventud irreverente y el anarquismo indivdualista

 Arte y Trabajo: entre la juventud irreverente y el anarquismo individualista






Por Oscar Córdova Sánchez

Estudiante universitario y gestor cultural

La tranquilidad que se vivía en Cochabamba a principios del siglo XX, era de una vida profundamente religiosa y de una silenciosa crisis que se avecinaba con el ausente desarrollo urbano y económico; sin embargo, surgiría a partir de un mítico personaje la creación de una revista que durante la década de los años 20, agruparía a lo más selecto de la juventud cochabambina para dar voz a ciertas inquietudes y malestares de ese momento, logrando con el tiempo que estos jóvenes den rienda sueltas a sus ideas que tendrán importancia en las siguientes décadas.

La dinámica social en esos tiempos en el pueblo cochabambino era la subordinación a la religión católica, el consumo excesivo de alcohol y la pobre modernización urbana; que fueron claves para entender la ideología del mítico Cesáreo Capriles López y la creación de la revista Arte y Trabajo.

La conformación de la revista se basó en la postura ideología de Capriles, calificado como "ácrata de convicción y temperamento", más allá de su polifacética vida desenvolviéndose en la minería, sindicalismo, farmacología y astronomía; muy aparte de su dote aventuresco que lo llevó, en los años 50, al Chapare para desaparecer totalmente.

La revista salió el 27 de febrero de 1921, con un tiraje de 500 ejemplares, siendo la atención principal de la población “somnolienta” cochabambina.

La conformación del equipo estaba encabezada por su director, Cesáreo Capriles; redactor, Roberto Weiler y como administrador a Roberto Escobar. El semanario costaba 20 centavos y se podía obtener en el Parque 14 de septiembre y en la imprenta de F.O Cuenca.

Todos tenían conocimiento sobre Capriles y su auténtico anarquismo individualista, pero al leer la publicación de Arte y Trabajo, la conformación del ideal anarquista no era percibido, ni mucho menos difundida. Si bien tuvo una recepción buena, la ideología misma con la que se creó se fue desvaneciendo y dio luz a otras ideologías propuestas, en este caso, por jóvenes universitarios.

Para entender las nuevas ideas acogidas por los universitarios, debemos analizar la lectura de varios libros en boga de ese momento. Esto será el determinante y permitirá que Arte y Trabajo adquiera una finalidad ideológica progresista con una clara tendencia izquierdista.

Augusto Guzmán, que formó parte de esa juventud y del corpus de redactores de la revista, menciona que las lecturas se centraban en autores como José Vargas Vila, Vicente Blasco Ibañez; autores rusos como Dostoyevski, Tolstoi, Gorki, Andréiev y más que nada a Lenin y Trotsky. Sin embargo, la condición de anticlericalismo con la que se formaron estos jóvenes de los años 20 fue con las lecturas del autor francés Anatole France que impuso "descreimiento religioso... que cruzaba la edad del ateísmo, anticlericalismo y revolución social".

Entre los jóvenes más inmiscuidos en la formación de una nueva tendencia y con la convicción de hacer Arte y Trabajo núcleo de sus inquietudes, fueron José Antonio Arze, Carlos Montenegro, Augusto Céspedes, Ricardo Anaya, Carlos Walter Urquidi, Roberto Hinojosa, José Cuadros Quiroga entre otros.

Capriles, gracias a sus relaciones fraternales con Adela Zamudio y otros intelectuales pudo ser el “captor” de esta juventud universitaria que iniciaría sus primeras armas en Arte y Trabajo.

Este fenómeno dentro de la revista fue la "tribuna libre del pensamiento cochabambino" donde iba creciendo en su demanda, pero desapareciendo su forma anarquista. Entre otros colaboradores estuvieron Man Césped, Adela Zamudio, Franz Tamayo y Gregorio Reynolds.

En cuanto a la definición de la revista, según Nivardo Rodríguez, fue una "revista cultural, que comprimía temas políticos con una variedad de temas literarios y de actualidad", con un énfasis por la propaganda comercial de productos y servicios.

Capriles, si bien pocas veces escribió para su revista, destaca su desdén por la falta de "higiene popular" declarándose antialcohólico, y por su crudeza hacia el artesano cochabambino, bautizando a este como "un animal anfibio que vive entre la chicha y la política". Por tanto, la dirección de la revista también estuvo marcada con las inclinaciones de Capriles, que escribió sobre la desconfianza de los políticos, el progreso económico y la modernización de la ciudad a partir de industriales privados y comerciantes, promoviendo una profilaxis social de a poco.

Si bien Capriles tiene marcada su ideología, está no influye directamente en los jóvenes redactores, quienes dan paso a sus ideas y reclamos, quienes no ganaban un centavo por sus escritos, pero si experiencia en el arte de la escritura.

Un caso particular fue el de Carlos Montenegro, de 19 años, y José Antonio Arze, de 17 años, por sus artículos anticlericales. Montenegro en una nota afirmaba que Jesucristo era un hombre sin "divinidad", al enterarse el "abanderado del catolicismo ortodoxo" de Cochabamba, monseñor Francisco Pierini, no tuvo compasión y Montenegro fue excomulgado; mientras Arze, que en otra firmó como Espartaco tuvo una sanción sin muchos inconvenientes.

En su contenido de la revista se encuentra la lucha contra la tiranía "democrática" del gobierno de Bautista Saavedra, el apoyo hacia la Federación Obrera Local Cochabambina; además de los “cuentos, noticias, humor, dibujos, grabados, poesías, unas cuantas caricaturas y también artículos y debates literarios y científicos”, a decir de Huáscar Rodríguez.

Con el paso de los meses, Capriles de a poco terminaría decepcionándose de la ruta que seguía Arte y Trabajo, por este motivo dejó a José Antonio Arze como director de la revista, y así sucesivamente tendrían la dirección otros colaboradores, más nunca Capriles, que buscaría otros emprendimientos. Capriles, luego de abandonar sus actividades con la revista, después de muchos años volvería a ver una colección de Arte y Trabajo en la Biblioteca Pública de Nueva York. Mientras leía los últimos números, veía que la revista tenía inclinaciones al gobierno de Hernando Siles. Decepcionado lanza el ejemplar al río.

En 1929, los jóvenes Guzmán, Montenegro, Céspedes y Arze tomarían rumbos diferentes y otros emergentes grupos colaborarían para que no desaparezca Arte y Trabajo. La revista duró hasta 1934, aún con la difusión de más de 300 ejemplares en plena guerra del Chaco.

Podemos afirmar que, si bien no tuvo un objetivo para la divulgación anarquista, fue el caldo de cultivo para el desarrollo de las nuevas ideas entre los más jóvenes, que con el tiempo tuvieron un fuerte impacto en la política boliviana.

Los jóvenes intelectuales y el Pártido Nacionalista

Los jóvenes intelectuales y el Partido Nacionalista.





Por Oscar Cordova Sanchez


Con el camino libre, sin alguna imposición de otro partido, Hernando Siles formó los cimientos para lograr establecer nuevos cambios ideológicos en el país. Esto fue a partir del sector juvenil, donde se formaron nuevos contenidos nacionalistas y socialistas; con una conciencia de ver la realidad del país, reemplazando al ya viejo sistema gubernamental.

En enero de 1926, con el cargo de presidente de la República, Hernando Siles, empieza a alejarse del Partido Republicano y de su máximo jefe Bautista Saavedra.

Los saavedristas, confiando en su súbdito, no previnieron que meses después de su investidura, abandonaría totalmente del partido que lo acogió. Abdón Saavedra, hermano de Bautista, como vicepresidente electo fue apartado del nuevo gobierno. Siles, ágil y eficaz, para deshacerse de un miembro de su antiguo partido, lo envía por unos largos meses de viaje para agradecer a las naciones que vinieron en el Centenario de la República.

Cambiando su gabinete e impidiendo el ingreso de Bautista Saavedra al país, que estaba fungiendo cargos diplomáticos en Bruselas, Siles buscaba la anexión política del momento, creando un nuevo partido que una a los antiguos partidos con los nuevos ideales de jóvenes universitarios, obreros y artesanos del país.

La Generación del Chaco, aquella muchedumbre que había nacido a principios del siglo XX había visto como dos facciones de un mismo orden, liberal y republicano, se reducían en un inmenso desorden. Los universitarios, con el contenido de sus lecturas marxistas y de autores como Oswald Spengler, José Ingenieros, Miguel de Unamuno o José Ortega y Gasset hacía que esta generación tenga un "stock de ideas".

En mayo de 1926, los rumores apuntan a la conformación de un nuevo partido. Siles era conocido por los universitarios como un hombre de calidad, austeridad y de carácter patriótico; además, compartía nuevas inquietudes de sus antiguos alumnos cuando era docente. Esta confianza afianzó al nuevo partido a delimitar nuevos horizontes y desfilar con paso firme sobre los tradicionales partidos.

Guillermo Lora menciona que estos jóvenes no sólo provenían de grupos focales de la universidad, sino también de agrupaciones culturales como el Ateneo de la Juventud y la Sociedad Filomática de La Paz, influenciados por el modernismo a través de revistas como "Mundial" y la "Revista de América".

El primer acercamiento con los universitarios fue a partir de un reclamo que hizo el presidente de la Federación Universitaria de La Paz, Enrique Baldivieso, quien estaba en desacuerdo con la Gran Cruzada Nacional Pro Indio, organizada por Siles y la Iglesia católica para recaudar fondos para la educación indígena. Baldivieso, no estaba de acuerdo con "la incorporación del indio a la civilización" a partir del credo religioso.

Anulado semanas después este proyecto, Siles invita a Enrique Baldivieso, José Tamayo, Guillermo Alborta, Humberto Palza y Augusto Céspedes, el más radical y joven del partido; logrando llegar a una alianza basada en la formación del partido y su posición ideológica.

En la nueva iniciativa por crear un programa de carácter "revolucionario", Céspedes, Baldivieso y Palza redactaron el programa del nuevo partido, resaltando como menciona Céspedes, "el papel mental de la juventud para guiar al país hacia una forma discreta de socialismo". Varios miembros aliados a Siles como liberales, genuinos y republicanos rechazaron el programa, siendo cambiado a un programa de corte liberal.

En cuanto a los medios de difusión, Gustavo Adolfo Otero, polígrafo de gran calidad, volviendo con otros del exilio que dio Saavedra, decidieron adherirse al nuevo partido para fundar un nuevo periódico llamado Nueva Era, medio de difusión para sustentar las ideas del nuevo partido. Sin embargo, los ataques empezaron a surgir cuando el periódico La Razón, dirigido por su primo Carlos Otero, realizó publicaciones que hacía ver al nuevo grupo como busca "pegas". Así, salió el apodo con el que se los conoció a estos jóvenes: Los Mamones y Supermamones para los de mayor edad.

A finales de ese año, 1926, Siles realiza una gira por todo el país creando células políticas y adhiriendo nuevos miembros como Carlos Montenegro y Augusto Guzmán en la ciudad de Cochabamba. Pero esta fórmula juvenil es escasa, ya que antiguos liberales conocidos como Enrique Finot, Rafael Taborga o Alberto Cortadellas, dirigirán en los próximos meses el partido.

En enero de 1927 se crea oficialmente con el nombre de Partido de la Unión Nacional, conocido después como Partido Nacionalista, siendo su presidente el industrial minero Rafael Taborga. Entre otros miembros fundadores estaban José Antonio Arze, Carlos Salinas Aramayo y Ángel Salas.

El Partido Nacionalista tenía en su programa aspectos que ya habían sido tratados por otros partidos, sin embargo, algunos puntos novedosos en su programa fueron: Leyes sociales en favor de la mujer, del obrero y del niño, igualdad jurídica de la mujer y autonomía universitaria. Si bien estos jóvenes fueron amoldando ideas, estas fueron divagando entre el socialismo, nacionalismo y el comunismo, haciendo que ninguna de ellas fuera implementada totalmente en el gobierno.

En la Convención Nacionalista, 12 de agosto de 1928, con la intención de analizar los cambios que había producido el partido se promulgó un nuevo programa que incluía "la educación netamente nacionalista", "nacionalización de ferrocarriles" y la cuestionada "nacionalización de la minería" que hacía su primera aparición como cuestión nacional. Este último punto, de quiebre en el partido, fue para los jóvenes nacionalistas del ala radical el punto final contra el dominio de la economía por parte de los empresarios mineros.

En la Convención también se realizó la lista de delegados por departamento y miembros del partido. Entre sus miembros destacan Víctor Muñoz Reyes, Daniel Bilbao Rioja, Antonio Diaz Villamil, Alfredo Flores, Manuel Frontaura Argandoña, Carlos Medinaceli, José Antezana, Emilio Villanueva entre otros.

Siles, por ambición personal, fue derrocado en 1930 y también con él se extinguió totalmente el Partido Nacionalista, siendo Montenegro y Céspedes los que estuvieron con el gobernante hasta el final.

Este "nacionalismo romántico", como diría uno de sus miembros, Guillermo Francovich, tuvo en su poder las futuras mentes que iban a explorar la cuestión nacional superando la crisis que dejaría la Guerra del Chaco y también siendo actores directos en la Revolución del 52.

Arguedas y Saaavedra: Fin de un ciclo

 Arguedas y Saavedra: Fin de un ciclo.





Por Oscar Cordova Sanchez


En nuestro país, la difusión de ideas que generan los medios impresos son de mucha importancia para gente que se centra en las opiniones de ciertos intelectuales que, mediante un análisis de los acontecimientos, otorgan rienda suelta a sus pensamientos, análisis y conceptos. En 1928, dos escritores bolivianos encendieron una polémica sobre el curso de las acciones democráticas del país: Bautista Saavedra y Alcides Arguedas.

Ambos se verían en un debate lleno de sentimientos encontrados anexados al clímax que se vivió en esa época. Arguedas comentaba sobre los principios gubernamentales del caudillo paceño y su dirección del país entre 1921 y 1925; mientras que Saavedra respondía a estos comentarios con pasividad ante los ataques del célebre escritor. Era momento para fustigar la acción de Saavedra y dar fin a un ciclo de tergiversaciones sobre el manejo del estado durante el primer lustro de los años 20.

Arguedas se encontraba en Francia, veía los cambios que se realizaban en el país, realizando varios análisis sobre su porvenir, ahora en manos del nuevo presidente Hernando Siles Reyes.

Bautista Saavedra, devastado por la traición política que Siles le había provocado, al no comprometerse con los lineamientos del Partido Republicano y sintiéndose él mismo un objeto sin curso. Inútil de no poder hacer nada desde otro continente, solo le quedaba dar servicio a la patria fungiendo cargos diplomáticos en Bélgica, en el ostracismo que le habían impuesto.

El Diario, que tenía tendencias liberales, publicó a finales de abril de 1928 el artículo titulado Palabras Libres de Arguedas. Éste artículo estaba dirigido “al Saavedra, caudillo político y gobernante que fue presidente de la República”. Arguedas no tuvo compasión con su ex-catedrático de la Facultad de Derecho, que alguna vez absorbió conocimientos de éste y complementaron su apoyo cuando viajaron a principios de siglo a Europa por cuestiones laborales y búsqueda de nuevos ideales.

"Decreta el estado de sitio, viola la correspondencia privada, secuestra y falsifica telegramas, mete en prisión a los estudiantes, detiene y encarcela periodistas, hace cerrarlos periódicos independientes, impone a palos a sus candidatos", son algunas de las palabras que Arguedas escribió en dicho artículo hablando sobre las negativas de sugobierno y comparando su accionar con el libro que Saavedra publicó en 1921, "La Democracia en Nuestra Historia" haciendo dar cuenta que no pregonaba lo que escribía, ni hacía cumplir hechos de justicia y libre expresión mientras estaba en el poder.

Añade Arguedas: "Cuando los jóvenes vean que los políticos sólo prometen lo bello realizable, sólo cuando se hallan lejos del poder y que el secreto... es imponerse para luego destruir sus promesas, entonces ya no creerán nada, renegaran de los mejores y caerán en un utilitarismo de baja calidad" refiriéndose a las acciones que propugnaba Saavedra desde el exterior, y en su intento de llegar a la presidencia nuevamente, tratando de convencer a la nueva juventud que se hallaba sumida en luchas internas sobre nuevas políticas.

El Diario sacó en diversas entregas el documento esperando una respuesta del caudillo paceño. Para terminar y sepultar a Saavedra, Alcides Arguedas menciona: "Siempre habrá usted de gobernar con actos de violencia y esto no ha de hacer otra cosa que sembrar profundos odios, y dejar a la postre una herencia de resentimientos implacables que han de destruir la familia boliviana".

Pero Saavedra, desde su despacho diplomático en el Viejo Mundo, no quiere un simple artículo, publica en más de cien páginas su folleto titulado "Palabras Sinceras para una Historia de Ayer", con respuestas lógicas y abogadiles a las palabras enjuiciadoras que Arguedas realizaba sobre él.

Saavedra acepta los hechos discernidos sobre su gobierno y los remite con justificaciones que hacen los hombres de Estado, impulsados por la política para contrarrestar los dichos que puedan herir a su persona. No solo es un polemista, sino un político de naturaleza. Saavedra hombre combativo, sentimental y sincero explica las demandas que se le dijo:

"Cuando fui gobierno quise ser consecuente a mis ideas, pero al mes de mi exaltación al poder fui saludado con una sublevación del regimiento Loa". Decretado el estado de sitio, a posteriori, quedó suspendido a los dos meses. Quise demostrar, siguiendo mis sentimientos personales, que ese recurso gubernamental no era de mis preferencias... La experiencia vino a probarme que era yo un iluso... Los hechos, que son una lección objetiva en la vida, me indicaron el camino que debía recorrer".

Así, aceptando los errores por su ingenuidad en el mandato al intentar explicar algunas tergiversaciones que sus adversarios le habían hecho, Saavedra reflexiona y hace brillar ante todo la verdad.

El caudillo menciona que decidió "entrar a la política con ideales patrióticos" pero en su trayectoria se encontró con "odios, egoísmos, vanidades, cobardías" haciendo un cambio del pensamiento que tuvo; fue un recurso que "el país, su cultura y las pasiones que se agitan, le obligaban a ser" dando en el punto más sincero a la Bolivia de los años 20.

Demostrando su calidad de agarrar las palabras exactas, se refiere en su folleto en la parte final a Arguedas, quien le había motivado a escribir dicha sinceridad de los hechos y termina diciendo:

"Para Arguedas hacer historia es difamar. Arguedas ha tenido en su vida dos grandes gozos como escritor: el día que ha deshonrado a Murillo, atribuyéndole haberse vendido a Goyeneche, y el día que difamó a su patria publicando aquel célebre libro, Pueblo Enfermo, plagado de dislates, como rico en embustes".

Después de tres años dejado el cargo presidencial, alguien tenía la oportunidad de hacer una crítica de las acciones gubernamentales que Saavedra había realizado. Encontró nada menos que a su antiguo estudiante, afilando la oportunidad para cancelar ese orgullo del saavedrismo, para denostar la falta de libertad de prensa, reprochar los estados de sitio y masacres que había realizado. Ante esto, la decadencia liberal y republicana se hacía inminente. Surgidos nuevos ideales con el gobierno de Siles, había que dar por terminado el debate sobre el gobierno de Saavedra.

Arguedas, afín a su ideología, haría que el caudillo confiese sus errores más que sus aciertos. Con esta polémica se dio fin a las decadentes concepciones partidistas, tanto liberal como republicana, y se inició un ciclo de nuevas ideas políticas.

La Biblioteca Perdida de Julio Mendez

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