domingo, 11 de diciembre de 2022

Algunas polémicas de Arguedas Parte III

 Algunas polémicas de Arguedas Parte III






Oscar Cordova Sanchez


En el año 1922 se publica Historia General de Bolivia, fruto de una investigación que le tomó a Arguedas alrededor de diez años, cuando se comprometió en 1912 con el historiador francés C. Seignobos para dar a luz a su nueva obra, según confesión propia. Este estudio originalmente debía ser publicado en francés para el tomo décimo de la “Historia de los pueblos latinoamericanos de América”, pero las dificultades editoriales retrasaron su publicación hasta 1923; Arguedas, impaciente por su obra, decide dar los escritos a la casa editorial Arnó Hermanos y así logra publicarse primero en el país antes que en Francia.

Esta obra, dedicada a la “juventud estudiosa de la Patria”, cambiaría el enfoque de varios escritores emergentes de todo lado del país y el eco de sus apreciaciones no se dejaría esperar. Cumpliendo con el deber de desarrollar cada capítulo de su obra y convertirlo en un libro posteriormente, en 1923 dió a luz La Fundación de la República, donde describe con más profundidad, serenidad y detenimiento el origen de la República desde las insurgencias de 1809 en Chuquisaca. A partir de este primer tomo, su obra histórica tendría serias consecuencias por mostrar la historia del país de una “tristeza infinita, pues es la historia de un pueblo pobre y sin cultura”, como afirmó hace casi un siglo atrás. Las críticas y las polémicas no se dejarían esperar, ya sea un reclamo a su método de estructura de su obra como su recepción en la juventud boliviana. Estas dos polémicas, si bien no fueron desarrolladas por otros historiadores y lectores de Arguedas, tiene el fino estilo de rectificación y conciencia de honestidad, ante la verdad de los sucesos de nuestra historia, y destino, sobre la nueva generación de escritores de ese momento, buscando una mirada menos pesimista del país.


Luis Paz 

Para el año 1923, el escritor, periodista e historiador tarijeño Luis Paz cumplía el cargo de Presidente de la Corte Suprema de Justicia, y su fama acrecentada de lector por nuestra historia como historiador demandó mucha atención como el más apto para escribir la historia de nuestro país. Libros como  El gran tribuno. Biografía De Don Mariano Baptista,  Estudios históricos de Monseñor Miguel de los Santos Taborga o La Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de la Capital de Charcas dieron el crédito de su intelecto y la prensa internacional ya clamaba por su rectitud e imparcialidad al momento de describir sucesos. Al decir de la prensa argentina, Paz “era uno de los bolivianos más dignos de aprecio y la estimación”. 

Para ese mismo año Arguedas publicaría su primer tomo de historia La Fundación de la República. Agradecido con compatriotas que lo ayudaron a escribir su hisotria con mayor severidad y sinceridad de los hechos, agradece a Luis Paz con varios gestos de empatia y determinando su gran aptitud de patriotismo. Es en ese extenso párrafo donde Arguedas arremete contra el historiador tarijeño cambiando su lado amable a uno de observación y juzgamiento. Se hacen observaciones a la obra publicada Historia General del Alto Perú. Hoy Bolivia de Paz publicada en 1919, califica dicho texto de “acopio cronológico”; además, lamenta la “presentación incorrecta”, por el olvido de los tipógrafos de colocar comillas las citas de testimonios del segundo tomo de la mencionada obra. Afirmando, categóricamente, que todo el tomo, en su integridad, pertenecen a escritos de Miguel de los Santos Taborga, José María Urcullo, Jose Manuel Cortés, Gabriel Rene Moreno entre otros, denunciando a Paz por no haber empleado las citas correspondientes para su libro.  Arguedas, desmotivado, previene a los futuros historiadores la procedencia de las fuentes para no caer en falsas afirmaciones históricas. 

La respuesta no se hizo esperar. El hijo de Luis Paz, Jose María, publicó en la revista Claridad de Sucre y en el diario paceño El Republicano su postura y defensa de su padre. Rectifica la versión de Arguedas e invita al público lector para leer las citas y las comillas respectivamente de los autores citados, añadiendo las notas de cada documento investigado. Cuestiona el libro publicado de Arguedas por no contener ni cita de un autor, ni una nota sobre los hechos descritos, solamente coloca en la página final la lista de autores que tomó la información. Jose María, explica que las citas de ciertos autores que su padre tomó para su tomo son versiones más ampliadas de otros textos que escribió, tal es el caso de la recopilación de textos de Monseñor Taborga que publicó en 1908. Así, va desmenuzando la obra de su padre y cuestiona a Arguedas por la similitud de su libro con el de Sabino Pinilla, La Creación de Bolivia, publicado en 1917.

Leyendo las declaraciones e injurias del hijo de Paz, Arguedas responde a través de El Diario de La Paz, respondiendo directamente  a Luis Paz, desconociendo a su hijo. Declara no haber escrito sus cuartillas con la intención de herir su prestigio de historiador, atando cabos sueltos, escribe la recepción de su obra que está lejos de ser leído en un medio tan iletrado como su patria. Olvidándose de las rectificaciones que se le hace, llama a la conciencia histórica y unión progresiva del país. Volviendo a la tarea de declarar las incoherencias, saca en seis artículos notas y fechas sobre los datos recogidos en el libro de Paz. Concluye Arguedas con frases hacia la calidad de “empleitos del gobierno para vivir”, alusión a Luis Paz por su cargo y a su hijo por perder la herencia de gloria de su padre. 

Posteriormente, Jose María, publica el libro Un proceso literario. Respuestas al proceso literario de Alcides Arguedas, con una versión ampliada de la polémica y tildando muchas veces a Arguedas por su calidad como persona. Advierte que su carácter y su orgullo prepotente le harán añicos con el pasar de los años y que su historia no es más que pura imaginación, augurando que nadie leerá sus obras. Adjetivos como despechado, fabulista o tachador de los historiadores son comunes en este libro virulento, atacando a la persona y desviándose de la polémica inicial. 

Es importante resaltar la cantidad de datos que se formulan en esta polémica con respecto a los documentos de la creación de nuestro país, asi como sus batallas y las fuentes recopiladas de estas. Al día de hoy, los tomos de historia de Arguedas se venden como pan caliente, siendo reeditados y comprados en su totalidad, mientras que la obra de Luis Paz se halla dispersa y sin una reedición por parte de alguna editorial. 


Joaquin Edwards Bello


Entre la correspondencia de Arguedas, se encuentra una larga cadena de escritores y pensadores de todo el continente con los cuales intercambiaba pensamientos, reflexiones y hechos del momento, entre estos se encontraba el escritor Joaquin Edwards Bello (1887-1968). En octubre de 1926, Arguedas, desde su hogar en París, recibe como obsequio el libro de Edwards, Nacionalismo Continental. Agradecido con el autor escribe una carta de agradecimiento y resalta el contenido del libro porque “ataca a fondo nuestros grandes problemas y dejan de lado nuestras pequeñeces”. Advierte que una vez deje sus labores de historia y vuelva a sus cuestiones sociológicas, será su libro de predilección para posteriores estudios.

Edwards Bello, proveniente de una familia aristocrática chilena, descendiente de parte materna de Andres Bello, tuvo una educación esmerada y, negándose a llenar los vacíos diplomáticos que su familia le quería otorgar, se dedica a la escritura, donde sus crónicas haría temblar a la sociedad aristocrática chilena, ya que se consideraba de espiritu nacionalista. 

En 1928 empezaría el desencanto de su compañero de letras. Viendo las publicaciones de sus colegas escritores de otros países, se detuvo en la obra histórica de Arguedas, quien en uno de sus tomos agradece al magnate Simon I. Patiño y a Arturo Loayza por la labor de haber subvencionado sus tomos que estaban siendo publicados. Aquí empezaría la ruptura de esa fraternal comunidad que unía a Arguedas y Edwards Bello. 

Bello publicaría una primera columna de opinión en el periódico Los Tiempos de Santiago sobre el magnate y su influencia en la economía, política y sectores sociales de nuestro país, criticando su incapacidad de ser generoso con el desarrollo del mismo, cuando tiene “comprados a la mayoría de los abogados, jueces y funcionarios de su patria”. Bello, en su columna, resalta su fervor por aumentar el patrioterismo de cada ciudadano de la America Hispana. Pregona la unión de sectores sociales con el fin del progreso y diversificación del capital invertido en cada nación. Rechaza a Patiño y la dinámica empresarial que lleva, por su comportamiento de enmudecer a sectores menos privilegiados del país, además, de haber silenciado a intelectuales como Alcides Arguedas, para que no hablen mal de su política empresarial y así ocultar su viciado negocio extractor de estaño, y justifica que “compró al integro, al talentoso Alcides Arguedas”. Edwards Bello, además, cuestiona la forma de vida en el exterior del autor de Raza de Bronce, quien “goza de modesta fortuna propia pero decentisima” para cubrir los gastos de su libro de edición “lujosa”.

Para el siguiente día, publica su segunda columna,sigue cuestionando al magnate cochabambino por no invertir en su país y, al contrario, “compra joyas de arte en el Hotel Druot para su palacio de la Avenue du Bois de Bouloge”. Edwards Bello quería fatigar al escritor para encontrar y leer su posición, cuando, en unas líneas más abajo, escribe la decadencia del autor de Pueblo Enfermo que “ya no es águila salvaje y temible de las alturas, sino canario en jaula”. 

La respuesta de Arguedas no se dejaba esperar. Unas semanas después, en El Diario, sale publicada una columna con el título El Potentado y el Escritor, con el objetivo de esclarecer el porqué acudió al magnate para el financiamiento de sus obras. Empieza recordando la ardua labor que hace 16 años, 1912, empezó con la investigación de libros y documentos sobre el origen de Bolivia, gracias al apoyo moral que recibió de sus amigos F. García Calderon, Rufino Blanco Fombona y Hugo Barbagaleta para publicar una historia de Bolivia. Justifica que expandir cada periodo de su historia tomaría atención en generaciones posteriores. Recuerda las dos oportunidades cuando le negaron el financiamiento de su obra. La primera cuando fue rechazado por el premio universitario Escobari, por cuestiones de desvirtualizar el objetivo de su publicación; el segundo, cuando la Cámara desestimó la obra por ver en ella “moldes ásperos para el patriotismo”. 

Así, terminando de exponer sus desgracias con las instituciones que negaron alguna publicación suya,  empieza lo sucedido en el encuentro con Arturo Loayza, cuando éste sugirió a Patiño publicar sus tomos de historia y así empezar con la redacción de su obra. Menciona que el justificado, tanto de el y de Patiño, era una motivación patriótica y de sus orígenes, desarrollo y consecuencias de su estado actual. Si bien no explica el contenido de sus tomos, todos con una critica demoledora a los mandatarios y sus gobiernos, concluye su columna con la hipótesis del pensamiento de Edwards Bello, su simpatía con el bolchevismo y su visión contraria a la causas revolucionarias de imposición social que el escritor chileno era un abanderado de las desigualdades sociales, más allá de su ímpetu por formar un nacionalismo continental.

Es este el origen el cual varios intelectuales, investigadores e historiadores posteriormente se pongan en contra, aún más, de Arguedas. La tesis a futuro que se formularía sobre el “Arguedas historiador” sería de patiñistas y fabulista, ausente de un método histórico propiamente. 


Hace un siglo atrás se publicaba la Historia General de Bolivia, un libro controvertido, no tanto por las cuestiones cronológicas del curso de nuestra historia, sino por la facilidad de impresión, edición y distribución al interior y exterior del país.


jueves, 28 de julio de 2022

Las polémicas de Arguedas Parte II: Tristan Marof

 





Por Oscar Cordova Sanchez

El caso de Gustavo Navarro, más conocido como Tristan Marof, tuvo un ingreso muy acelerado a la acción política del país. Marof desde muy joven había sido un asiduo detractor de gobiernos liberales; su forma de hacer notar su presencia fue con la publicación de ensayos y novelas. Ya en Europa, bajo cargos diplomáticos, se adhiere a las corrientes socialistas de la época, momento para romper con la clásica imposición ideológica de partidos políticos del país. A esto, su fama crece y se disemina por diferentes países. Arguedas observa detenidamente al constructor de este movimiento.

Para Marof siempre fue una molestia la fama con la que miraban a Alcides Arguedas, deseaba tener la misma atención en el continente europeo que el autor de Pueblo Enfermo. Por sus posiciones de enfoque spobre el progreso de la nación el desprecio mutuo de ambos se irradiaba cada vez en sus escritos y ensayos. Tanto fue la calumnia e insultos de ambos, absorbidos por la fama obtenida por sus escritos y posturas, que empezaron a mofarse el uno del otro. Arguedas sería letal al publicar verdades atroces y violentas de Marof. 

Las injurias empezarían en 1929 cuando Marof en la revista Claridad de Buenos Aires, publicaría un artículo sobre la eficacia de Arguedas por ser el maestro y guía del pesimismo boliviano. Al pie de página, decía “para el canalla de Alcides Arguedas, esperando mejor ocasión”; la respuesta de Arguedas no se dejó esperar, pero a través de cartas que mandaba a sus allegados y conocidos. Las respuestas eran personales, no había otro modo de sustentar la base de la bronca e ira, sentía asco por leer esos infames ataques y afirma la sensación de ver a un insecto de "baba asquerosa. Aplastarlo, da asco, hasta echarlo lejos de sí”. 

Para 1934, Arguedas publica La  Danza de las Sombras, una especie de diario y notas sobre el contexto del país, la situación de los personajes de un cierto momento y su relación con varios intelectuales del continente europeo. Puso tanto empeño en sacar la verdad y la realidad de las cosas, sacando la versión de algún suceso o hecho. Marof sería protagonista de un capítulo titulado "Un escritor de nombre disfrazado" donde Arguedas desnuda a ese otro Marof.

Empieza describiendo una anécdota que tuvo con Gabriela Mistral en 1922. Entre charla y charla, hablando de cosas de libros y personas, Mistral menciona a Navarro -todavía no tenía conocimiento de su seudónimo-, y empieza a describir el suceso que tuvo años antes cuando lo alojó en su casa, y su comportamiento pidiendo licor para embriagarse; sin embargo, Mistral advirtió en ese momento al joven Navarro dejase la política y escribió algo de sus libros publicados "bastante flojos". Además, menciona el desconocimiento de un libro, Poetas idealistas e idealismo en Bolivia, que lleva un prólogo suyo; en realidad eran cartas arregladas por el mismo Navarro para dar mayor credibilidad.

Aquí Arguedas puntualiza la calidad y de persona es Marof, por violento y calumniador en todo sentido y atacando a todos los militantes liberales de la época como colocar una bomba en la imprenta de Claudio Peñaranda, atacar furiosamente a Jaime Mendoza y arremeter contra otros miembros en el Panóptico de La Paz cuando ejerció el cargo de gobernador de dicho establecimiento durante la 'Gloriosa' revolución del 12 de julio de 1920. Aquí Arguedas, transcribe una entrevista de El Diario, donde Alfredo Jauregui, uno de los sindicados por haber, presumiblemente, asesinado a José Manuel Pando, habla sobre los maltratos que recibió de parte del 'señor Navarro' y amenazar con quitarle la vida sino mencionaba a los directores del asesinato de Pando. 

Con estos antecedentes Arguedas teme por Bolivia y la dirección de Marof al mando de las masas, su instinto de 'odio constituye una permanente amenaza para cualquier grupo humano y donde haya gente que le siga y le escuche, pues el día en que por una aversión cualquiera lograra tener por días, o por horas siquiera la facultad de disponer y ordenar, ese día se verían cosas verdaderamente monstruosas e inconcebibles', finaliza Arguedas. 

Posteriormente la respuesta de Marof sería años después, 1938 específicamente, en el libro La verdad socialista en Bolivia, donde, al igual que su contrincante, dedica un capítulo entero titulado Proceso de un escritor: Alcides Arguedas. Marof, con toda la potencia de triturar a cualquier adversario, se abstiene de mencionar la personalidad de Arguedas y, coherentemente, habla de la importancia y deficiencias del "oficio de historiador" de Arguedas. Su objetivo se basaría en 'comprobarle su falsa posición y sus errores cuando escribe sobre Bolivia y otros países'. 

Empieza desmintiendo el terrible encuentro de estadía en la casa de Mistral y el viaje a Chile no fue por un exilio político, sino fue para conocer a los intelectuales chilenos del momento. Además, menciona su "pobreza fue siempre fiel compañera de mi vida errante de escritor. Yo no tuve la suerte del señor Arguedas de frecuentar millonarios y ponerme a su servicio". 

Continuando con la respuesta, desmiente los abusos cometidos hacia Jauregui y otros miembros liberales, sin dar más explicaciones que la negación de todo hecho descrito por Arguedas. 

Finalizando estos supuestos hechos, empieza a describir la obra de Arguedas, relatando su confusión de joven cuando leía a los escritores sudamericanos de antaño y su motivación de describir los males de sus naciones y hacer dar de cuenta otra terapéutica de su patología nacional correspondiente. 

Al hablar de la obra Pueblo Enfermo (1909) sólo ve razas fuertes y débiles, pueblos enfermos y sanos, cuando no analiza el nivel socioeconómico del momento y, menos aún, el estudio imparcial del país. Reniega contra el libro por haber 'colocado en la frente del pueblo boliviano el estigma de su inferioridad, la mancha de sangre que no puede lavarse'. Crítica la falta de análisis económico y de producción de recursos en sus obras de historia, cuando sólo toma criterio personal con la psique de cada mandatario que el país tuvo. Por ese análisis de estudio caducado, condena a Arguedas ya superado 'al otro lado de la barricada, triste y escéptico, con sus  ocho tomos de historia inútil'. 

La respuesta de Arguedas se hace en la tercera edición de Pueblo Enfermo, en unos cuantos párrafos. Menciona la invasión socialista comandada por militares vueltos del Chaco. Teme por Bolivia. Marof en ese momento surge como un apóstol y defensor de las clases oprimidas, cuando en su momento Arguedas recuerda como ese “sub hombre” había incitado a desertar a varios hombres en plena campaña contra el Paraguay. Arguedas se preocupa por el “insecto” que, había evadido toda su vida, llegue a la cima con su doctrina socialista. 

Podemos ver la diferencia de pensamientos de ambos escritores, haciendo cuestiones del progreso y la interpretación del país. Eso sí, cada uno a su manera y estilo. No obstante, la capacidad de nombrar datos, fechas y algunas curiosidades del pais hacen de esta polémica una rica lectura para ahondar las controversias de esos momentos con la venida del socialismo pisando fuerte sobre el pecho conservador de escritores de otra época.


miércoles, 27 de julio de 2022

Las polémicas de Arguedas Parte I: Bautista Saavedra

 



 

Por Oscar Cordova Sanchez

 

Para la construcción de una narrativa, esta debe ser observada bajo el influjo de la crítica literaria y la aceptación del público lector, quien define si el escritor será tomado en cuenta o no. En este sentido, uno de los literatos que fue foco de varias críticas y creó polémicas con diferentes intelectuales a lo largo de su vida es Alcides Arguedas Diaz (1879-1946), donde, más allá de su fama continental, fue interpelado desde diversos puntos de vista.  

Ya sea en panfleto o columna de algún periódico, Arguedas, desde muy temprana edad se fue dando su inclinación a ser escritor, motivado por crear una obra canónica que quiere dejar a su Bolivia de inicios del siglo XX. Solamente bastó para publicar un libro, Pueblo Enfermo (1909), para convertirse en el foco de atención que tanto anhelaba; sin embargo, el rechazo de varios intelectuales nacionales  dio a su obra una visión negativa sobre el futuro de país, mientras que en el Viejo Continente, España específicamente, su obra iba a ser comentada por varios pensadores de talla continental como el caso de Miguel de Unamuno o Ramiro de Maeztu.

Con el paso de los años, bajo el designio de la calidad punzante de contraatacar a rival que se le oponga, puso énfasis en desnudar varias críticas que hacían a su obra, dando aspectos más ilustrativos; menospreciando la calidad del crítico que haya explorado algunas de sus obras; por esa misma razón las polémicas de Arguedas no sólo guardan un recuerdo fragmentario de la vida intelectual del país, sino la misma historia de sus obras, arremetida en varias interpretaciones. Aquí esbozamos algunos datos sobre las polémicas que tuvo en vida. El escritor cuando tomaba importancia alguna de las miles criticas que se le hacían agarraba la pluma y empezaba la cacería al advenedizo para herir de muerte mediante la letra.

 

BAUTISTA SAAVEDRA 

Esta polémica nace como una revisión a los actos políticos que Bautista Saavedra realizó en su gobierno desde 1921 hasta 1925. Arguedas, con el ojo crítico y la pluma  sincera, da frases zahirientes a la conducción de Saavedra. Su punto de análisis sentó bases para la construcción de hechos y evidencias del carácter de gobierno que se tuvo. Fue así que en abril de 1928, pasados los años caldeados de esa política gubernamental saavedrista, nuestro escritor da el primer paso para iniciar el debate en su columna llamada Palabras Libres, del periodico El Diario. 

Inicia Arguedas titulando esta radiografía gubernamental El Caudillo y el Escritor, adquiriendo protagonismo para iniciar una serie de hechos; válidamente aceptados desde su posición como intelectual internacional. 

Nuestro escritor cuestiona las incoherencias del caudillo al momento de gobernar, dando estado de sitio cuando antes de ser gobernante pregonaba la democracia del pueblo. Rememora esta situación a través de un intercambio epistolar cuando el caudillo fue gobernante, y a partir de estas cartas demuestra la ambición de poder; las respuestas del caudillo solo señala la amnistía total y la instauración de un orden validado en el imperativo patriotico.

Arguedas, recuerda, describe y observa, viendo a su antiguo profesor convertido en caudillo, menciona datos de su gobierno, alterando  “la correspondencia privada, secuestra y falsifica telegramas, mete en prisión a los estudiantes, detiene y encarcela a periodistas, hace cerrar los periódicos independientes y sobre todo impone a palos a sus candidatos al municipio”, todo esto y más, viendo a “un autor de libros sobre política cometiera sin razón tan grandes faltas”. Dando cuenta la acción nefasta del amigo y profesor de ayer, las diferencias se acrecientan por el mismo hecho de adherir la violencia, ira y destrucción de libertades donde Saavedra fue el principal promotor. Arguedas desnuda y divide al Saavedra de antes, estudioso, amante del progreso y esclarecido escritor, con el Saavedra del presente, caudillo, mandón temido y autoritario. Concluye el escritor, decepcionado por el cambio radical e irreversible de su viejo amigo, por haber engañado a la juventud con su “ejemplo de contradicción Intelectual, de sectarismo intolerante y de ineptitud”. 

Saavedra desde su puesto diplomático en Bruselas lee con detenimiento cada palabra usada por su antiguo alumno, toma nota, no acepta el silencio y empieza a redactar su extensa respuesta. El caudillo se fulmina para dar paso de nuevo al escritor. Pocos meses después, sale su libro titulado Palabras Sinceras: Para una historia de ayer; un resumen de sus actos como gobernante, desmintiendo hechos y esclareciendo otros. 

El libro, de más de 100 páginas, publicado en París tenía un objetivo claro, no solo fulminar a su antiguo alumno, sino demostrar el génesis de su actos como presidente del país.

Saavedra examina las columnas de Arguedas y el proceso histórico de cómo se llevo su actuación como gobernante; ante todo da una cátedra de historia para el mismo Arguedas, demuestra insuficiente e incoherente las fórmulas denigratorias de parte del escritor, contrarrestando sus  “tremendas sentencias históricas”, examinando que el curso de la historia misma es un curso donde no hay subjetividades, sino hechos dominados por el medio o por colectivo. Demuestra al autor de Raza de Bronce “su superficialidad, con el candor, con la ignorancia” por la arbitrariedad de sus escritos sobre la historia del país. 

Desglosa parrafo por parrafo las cartas descritas por Arguedas, y señala las causas que llevaron a decretar el estado de sitio, viéndose amenazado por las sublevaciones militares apoyadas por los liberales; mencionando el temor de estos y porque “no había sino un plan,

seguido infatigablemente: el de derrocarme”. Finaliza Saavedra al tema del estado de sitio sus motivos “para no dejar sucumbir el poder público ante la violencia de sus adversarios, hubo necesidad de una mano de hierro. Cumplí con mi deber”.

Esclareciendo los hechos, ataca al Arguedas historiador, por su visión de la historia como “un montón de hechos, cuya lógica interior les es desconocida, pero de los cuales sacan todas las consecuencias que se les antoja”. 

Pasadas algunas semanas Arguedas responde al libro virulento de Saavedra, herido y con las ganas de hacer una réplica justa y objetiva, para dejar en claro la misión de sus libros sobre historia, dejando de lado la critca de Saavedra a su visión de la patria, para no caer en la "vulgaridad de la jactancia". Explica detalladamente la importancia de sus obras historicas que son producto de la falta de un sistema historiográfico de nuestro medio, y solo la información puede ser sustraida por la fuente principal del "documento escrito, cartas, periódicos, libros, folletos, memorias ministeriales, redactores de cámara, boletines, etc. etc.". Reprocha el no haber explicado las circustancias de la anulación de una elección e imponer una candidatura presidencial. "Ciego y sordo está y sus mismos amigos, alarmados, tratan de hacerle cambiar de consejeros porque los que tiene son del todo ineptos", afirma el afamado escritor. Pasadas algunas columnas más para explicar los hechos desde su verdad, Arguedas no obtiene respuesta de su antiguo profesor.

Dejando de lado la visión de los hechos, desmintiendo esas lagunas históricas, esta polémica tiene una alta gama de sinceridad intelectual de ambos contrincantes, yendo con su verdad indómita hacia una construcción de los hechos.

 

domingo, 26 de junio de 2022

El Ateneo Femenino: femenismo, élite y arte.

 

El Ateneo Femenino: feminismo, élite y arte




Por Oscar Córdova Sánchez

La segunda década del siglo XX en Bolivia tuvo una data cronológica de cambios políticos, de nuevas ideologías y de nuevos conceptos inducidos por el teatro, literatura y pintura centrados en una visión más nacional y menos extrajera. Con el fin del mandato liberal en el gobierno y el inicio del republicanismo, misma representación con diferente nombre, se inicia la era de las ideas juveniles con la creación de centros artísticos, cenáculos literarios y más que todo dar un nuevo espacio a la representación de la mujer con organizaciones, conscientes de su alejamiento en la toma de decisiones del país.

Y fue el Ateneo Femenino aquella semilla que, si bien tenía representación de una clase media-alta, fue un punto clave para desarrollar propuestas en un país tan conservador como fue la Bolivia del siglo pasado.

El grupo nació a partir de una dirección anexa al Ateneo de la Juventud, grupo creado en 1922, conformado por jóvenes intelectuales inspirados en la creación de nuevas ideas artísticas. En sus corrientes artísticas fueron demostrando su talento en el teatro y la literatura; su filosofía, si bien era dispersa, tenía el propósito de dar voz a aquellas mujeres a través del arte y la palabra escrita desde el punto de vista netamente femenino.

María Luisa Sánchez Bustamante (Malú), hija del político y escritor Daniel Sánchez Bustamante, tomó la dirección del naciente Ateneo Femenino. Pero la condición que puso para tomar la dirección fue ser una entidad totalmente autónoma e independiente del Ateneo de la Juventud. Logrados esos términos se pudo conformar la primera directiva a la cabeza de Malú como primera presidenta, Isabel Hayllot y Carmen Torres Ballivián como vicepresidentas y diferentes secretariados que aumentarían con los años.

Con plena convicción y entusiasmo por parte de aquellas mujeres, que en su mayoría fueron maestras, el Ateneo Femenino fue creado el 17 de abril de 1923 y a decir de su líder, Malú, esta entidad “no dependería del Ateneo de la Juventud, no seguiría su ejemplo… ni admitiría delegado alguno en su seno”.

Con esa actitud nace, sino es la primera, la más importante aglomeración artística, ideológica, filosófica, política y literaria hecha por mujeres y para mujeres. En su estatuto se puede leer que dará estudio de todos los problemas sociales y en especial a los que atañen a la mujer en su condición civil y jurídica.

Teniendo su propio local ubicado en la calle Recreo, y con una senda de actividades por iniciar, las integrantes tenían rasgos muy particulares para formar parte de la nueva entidad. Todas tenían una educación privilegiada, eran de familias acaudaladas y, en su mayoría eran esposas o familiares de algún político o empresario. Es el caso de la misma Malú. Con todas esas ventajas sobre otras organizaciones femeninas decidieron dotar al Ateneo Femenino de su máxima

expresión de ideas. Mireya Sánchez sostiene que el Ateneo Femenino buscó el mejoramiento y la renovación de la mujer a través del mejoramiento cultural, intelectual y la reivindicación de sus derechos.

Con la creación de dos revistas Eco Femenino (1923) e Índice (1927) se puede evidenciar la prueba de la exaltación de su voz y sus inquietudes, pero además recoge influencias del movimiento cultural feminista extranjero. Extrayendo algunas noticias y acontecimientos del continente respecto a la mujer, se afianza nuevas alianzas y se va ampliando hacia nuevas socias donde puedan ser parte de manera participativa; además, de fundar otras sedes en Cochabamba, Oruro y Sucre.

Entre sus socias honorarias que destacaban en el ámbito literario estaban Juana de Ibarbourou (1892 – 1979), poetisa uruguaya y una de las mayores figuras liricas hispanoamericanas a principios del siglo XX; Adela Zamudio (1854 – 1928) precursora del feminismo en Bolivia, destaca con sus poesías y con su novela, Intimas (1913), la convertiría en una de las grandezas intelectuales de la literatura boliviana. Teniendo, además, a jóvenes, previo ingreso mediante una presentación de una tesis, que se formaban en la escritura, poesía y pedagogía como María Teresa Solari, Leonor Diaz Romero o María Josefa Saavedra, una de las primeras abogadas tituladas del país. Fueron así incrementándose con el tiempo llegando a ser mas de 40 socias, pero con la convicción de liberar a la mujer de los férreos prejuicios que la sociedad ejerció sobre ella.

Fueron intensas las participaciones en congresos, talleres y actividades que dignificaron el valor de la mujer boliviana de los años 20.

Podemos mencionar su participación el II Congreso de la Liga Panamericana de Mujeres en Lima, 1924, con trabajos llevados por las representantes del Ateneo Femenino sobre educación, derecho al voto y alfabetización en áreas rurales o el congreso de la Liga Ibérica-Hispanoamericana de Mujeres realizada en México el año 1925.

Pero la mayor congregación que reuniría a todas las agrupaciones femeninas en Bolivia fue en el año 1929, cuando realizaron la Primera Convención Nacional de Mujeres, con el objetivo de formar un solo bloque de mujeres sin distinción de clase bajo el término de reivindicar los derechos civiles y la protección de la mujer trabajadora. Con ese propósito se enfrentaron a otras organizaciones femeninas como la Federación Obrera Femenina (FOF) debido a diferencias ideológicas y de causa, de este modo, si bien se realizó el evento exitosamente con las ponencias de las socias del Ateneo, no se pudo construir un fin común.

Pero la hecatombe para unir esfuerzos se aproximaría cuando se produjo la Guerra del Chaco (1932-1935) donde la mujer totalmente entraría en la esfera de importancia política. Al respecto, Marcela Revollo, menciona: “La guerra contribuyó a fortalecer la presencia pública del movimiento de mujeres como un nuevo sujeto político, social y económico".

Para los años 40, las dos sociedades femeninas más importantes fueron la Legión Femenina de Educación Popular América (LFEPA), fundada después del conflicto bélico del Chaco, de amplia expansión latinoamericana, y el Ateneo Femenino que seguía siendo, como diría María Álvarez: “Una organización importante, pero su composición como sus demandas estaban más limitadas a las mujeres de las clases alta y media”.

En la Convención de 1945 lograron el sufragio sólo para mujeres “letradas” en las elecciones municipales. Pasarían siete años, 1952, para que el sufragio sea universal y no tenga ningún impedimento para ejercer su derecho al voto y que el Ateneo Femenino no había logrado décadas antes.

Con el pasar del tiempo y las nuevas organizaciones que antiguas socias fundarían, se fue invisibilizando la labor del Ateneo que alguna vez, en la década de los años 20, fue la más importante institución artística, literaria y feminista de toda Bolivia.

 

 

Las Memorias de Gustavo Adolfo Otero

 Las Memorias de Gustavo Adolfo Otero


 

Por Oscar Córdova Sánchez

Para conocer las inquietudes, ideas y direcciones que llevan al artista y su obra, es necesario, al menos, saber su vida y la transición que tuvo, sintetizando el ambiente y personajes que, básicamente, se tornan en su fuente de evocación creadora.

Sin embargo, ciertos artistas plasman su legado en la autobiografía, fuente de una parte de la vida del que la escribe, donde tiene una veracidad que demuestra las conexiones con su entorno y así poder conocer al hombre y no al artista.

Es el caso de Gustavo Adolfo Otero Vertiz (1896 - 1958), escritor que tejió diversas actividades como periodista, novelista, sociólogo, historiador y biógrafo. Además, que la ceguera política también en un momento lo invadió y del cual se adentró en su fuente literaria para desenmascarar aquellos personajes tan dramáticos en la historia de nuestro país.

El 8 de mayo de 1943, concluía su tercer y último intento por editar su autobiografía, condensada en varias secciones pintorescas de su paso por el mundo.

Pasados unos 19 años después de su deceso, que fue en 1958, salían a luz toda la gama escrita de su vida y sus orígenes, en una única publicación por parte de Talleres Litografías e Imprentas Unidas S.A. y que estuvo a cargo de sus familiares.

La obra fue terminada en el mes de septiembre de 1977 y el poeta Jaime Sáenz fue invitado para realizar el prólogo. El libro fue publicado con el título de Memorias de Gustavo Adolfo Otero (Nolo Beaz)

Fue una edición bien cuidada, con un reducido tiraje. La atención de las memorias del autor tiene ciertas características esenciales que describe en su autobiografía.

Dividido en tres partes que dan inicio a varias anécdotas que muestran "tan sólo el hombre, el humano Gustavo Adolfo Otero a secas, desnudo y frío", a decir de Saenz.

Escribir de las acciones que toma su vida, es también dar a relucir los orígenes de sus antepasados. Otero no pierde la oportunidad de hacerlo.

Realizando una cronología de la familia Otero y Vertiz, muestra con sinceridad y sin tapujos de elogios, las dramáticas concurrencias que dieron a parar con su ascendencia caudillista y los afanes de sobrevivir en una ciudad que aún no se definía.

Su vida como estudiante, Colegio Nacional de Ayacucho, específicamente, del Taravillo como su tío lo llamaba, era el común denominador de la pedagogía de ese tiempo, donde la "letra entra con sangre" y darse unas "buenas palizas" entre compañeros de colegio era un reto por la valía del hombrecillo que aún seguía normas de su profesor.

En su trayecto leemos los orígenes de su afición a la lectura, como también su adicción a las mujeres. Como debilidad superior pasa con deleite las pasiones carnales hasta anularla por unos años cuando se establece definitivamente con Hortecia Arguedas, hermana de Alcides Arguedas.

Siempre sereno y resuelto Otero no pierde la oportunidad cuando se mete de lleno al oficio del periodismo y a crear grupos como el "Círculo Futurista", en 1916, y el "Ateneo de la Juventud", en 1921. Además, ser parte de diferentes medios de prensa como "El Comercio de Bolivia", "El Diario", "El Fígaro”, donde vio la primera forma del escritor entonado en ideales que llegan a crear nuevas variantes de protesta para la época.

Franz Tamayo, Daniel Sánchez Bustamante o Tomás Manuel Elio fueron algunos de sus compañeros de trabajo en sus cortos 18 años. Esta fue la base para la creación de revistas como La Ilustración (1921) y La Revista de Bolivia (1937). Ambos fueron en su tiempo un éxito en ventas y en lecturas.

Otero, además, desfigura a políticos y escritores; figuras que en ese tiempo resonaban casi siempre en los oídos de la población con elogio y admiración.

Es el caso del "profesor falsificado, arqueólogo de pega, sabio de calcomania" Arthur Posnansky; llegando a la conclusión vista con sus "propios ojos" su "calidad de pirata".

Otro escritor y cuñado suyo,  Alcides Arguedas, también fue víctima de sus escritos. Siendo el mejor amigo de Otero el sarcasmo y la figura burlesca ante los  personajes del momento.

Pero uno de los pocos que no sufrió tanto en sus escritos por su picaresca burla fue el presidente José Gutierrez Guerra, que lo conoció siendo su secretario privado. Anotando que fue un "magnífico ejemplar de superioridad humana".

Con el paso de los años, se forma el carácter que llevaría su nombre en las letras bolivianas bajo el pseudónimo de "Nolo Beaz", extraído de la novela Nolo de Luis Capitán y el apellido del pintor español, Beaz. Fue que debutó con su libro "Cabezas" en 1919, publicado recién en 1921, que incluía párrafos escritos de “siluetas humorísticas de políticos, parlamentarios, literatos y demás liendres de la fauna pintoresca".

Desde ese momento, con gran éxito en ventas, Nolo Beaz iría ganándose el pan de cada día y también, el enojo e ira de varios individuos que detentaban el poder en aquel momento.

Otero, que tenía inconvenientes con el nuevo gobierno de Bautista Saavedra, vierte sus balas para herir al caudillo desde tres sitios como "La Ilustración", fundador de la revista; "El Diario" y "La Razón", con el seudónimo de Dyonisios. Además, las crónicas "Panorama Grotesco" y su novela satírica "El Honorable Poroto" son una fuente literaria atractiva del modo de vida política que se vivía en ese tiempo. 

Esto hacía a Saavedra fijar la mirada en Gustavo Adolfo Otero listo para un ostracismo predecible y como pasó años más tarde.

Fue así, que su confinamiento de meses en Ulla-Ulla, Mocomoco y Chuma entre 1923 y 1924, fueron de un despertar decisivo para ser escritor, ya que este lustro fue la fuente de rebeldía, compromiso y divulgación sobre nuestro país a través de la pluma afilada de Otero y que formó parte, años después, del Partido de la Unión Nacional (Nacionalista).

Cuando se inicia la Guerra del Chaco (1932-1935) Otero eleva el valor del ser boliviano, mostrando su convicción y admiración a Daniel Salamanca, como años después, 1942, haría lo mismo con Enrique Peñaranda, ambos presidentes de nuestro país.

De esta manera su autobiografía termina, en última instancia, distante de una buena salud y disgusto por el libro de Enrique Finot, Historia de la Literatura Boliviana.

Otero deja estas líneas para su intervención en extraer datos para conseguir un perfil más realista y menos ficcional de personajes que hasta ahora se nos muestran. Devela la certeza de su cambio tranquilo, pasivo y travieso a uno luchador, contestatario y 

El continente ingenuo y el origen de Tristan Marof

 El Continente Ingenuo y el origen de Tristan Marof



Por Oscar Cordova Sanchez


A 100 años de la primera obra de Gustavo Navarro con el seudonimo de Tristan Marof


Las observaciones desde Bolivia, especialmente desde la ciudad de La Paz, sobre las acciones bélicas de la Gran Guerra (1914-1918) y la Revolución Rusa (1917) tuvo un quiebre en el pensamiento intelectual boliviano, donde se volcó la mirada a tratar de mejorar la crisis política, corroída por los constantes fraudes electorales realizados en el país y favorecidos al Partido Liberal, y buscar un horizonte más amplio de ideas venidas de Europa, especialmente de la recién creada Unión Soviética, para tratar de agrupar nuevos grupos que tendrán más visibilidad como los artesanos, universitarios y mineros. Bajo este procedimiento de acomodar ideas extranjeras a nuestro país, un joven escritor y decepcionado por las acciones hechas en nuestro país, tomaría el rumbo de ser el mayor promotor del comunismo en Bolivia a inicios de los años 20. Ese joven fue Gustavo Navarro, más conocido como Tristan Marof.

Gustavo Navarro (1898¿1896?-1979) fue un muchacho sucrense apasionado por el idealismo americano, así como su admiración a Franz Tamayo por su poesía y de Daniel Sanchez Bustamante por su ímpetu en dar realce a las nuevas generaciones. Navarro publicó varios escritos desde muy joven, entre ellos se encuentran Los cívicos. Novela política de lucha y de dolor (1919) y Poetas idealistas e idealismos de la América hispana (1919). Si bien estos textos fueron de una calidad literaria regular, la intención de ambos radica en bajar del poder al Partido Liberal y realizar una unión intelectual nacional para promover valores de civismo, patriotismo y fraternidad. 

Siendo amigo y admirador de Bautista Saavedra, se une al Partido Republicano y el 12 de julio de 1920, fue partícipe del derrocamiento del presidente José Gutierrez Guerra; esto, para los Republicanos fue denominado como la "Gloriosa" Revolución. Saavedra, ya en el poder, en agradecimiento por las acciones que Navarro realizó ese día, cómo ser director y encargado del Panóptico de La Paz durante horas y enviar al exilio a varios miembros del Partido Liberal, lo designó Cónsul en Paris. 

Es este el momento donde Navarro observa el concepto de cambio social en Europa y su visión de hacer lo mismo en el país. Pero el no quiere causar polémica solo con su país, sino con otros países del continente sudamericano; es así que se relaciona con intelectuales de renombre como Henry Barbusse (1873-1935), intelectual comunista francés y una de las voces más importantes en ese tiempo sobre el cambio ideológico que se daba en Europa. En ese momento desea dar rienda suelta a sus escritos y darse una fama continental con intenciones de generar controversias políticas y polémicas intelectuales posteriormente. 

Pero para que dicha obra sea publicada, logra contactarse con José Brissa, director de la Casa Editorial Maucci, para publicar su libro. Aceptando el trato, en 1922, se publica "El Ingenuo Continente Americano", advirtiendo que 'trata de un libro de crítica donde pinto las partes ridículas de casi todos los países americanos y de sus personajes de entonces: monos de chaleco blanco'; sin embargo, quedaba por hacer un nuevo seudónimo al autor de tan polémica obra. 


Siendo cónsul en París, debía cambiar su nombre a un seudónimo para impedir posteriores reclamos o protestas de naciones y personajes que menciona en su libro. Su amigo, Darius Frosti, le da la sugerencia de colocarse como Tristan y Navarro le da el apellido de origen búlgaro Marof. Así Tristan Marof empieza la cacería con su primer ensayo sobre el continente 'ridículo' e 'ingenuo' como él afirma.

El libro alcanzó fama internacional por desnudar los defectos continentales, su otro interés está en llenar de adjetivos negativos a Chile; la reacción chilena no se dejó esperar. El Cónsul de Chile en La Paz reclamó una del gobierno, adjudicando que Gustavo Navarro era el ingeniero de tal publicación y difusión. Sin distracciones, Saavedra, desvío la polémica y desmintió tales acusaciones, y envío a Marof como Cónsul a Génova. 


La Obra

El estudio inicia con un fragmento epistolar que Barbusse envía a Marof, destacando su 'voz recta de la verdad' y aprueba su coraje tan elevado por esa juventud sudamericana que encarna Marof. Y, si bien señala cambios, también previene los 'desalientos' por obra publicada. Ademas, tiene un epilogo de Amndeo Legua, admirador del nuevo talento de Marof por ser un joven de excepcional talento y no ser un vividor del nacionalismo.

De a poco el concepto de su libro se expone en tres partes. La primera con el subtítulo de El Calvario De América donde destaca las características del 'odio a todo lo que signifique verdad'; acusa a la vida española que dejó herencia bastarda en las poblaciones vírgenes del continente, y aún más, importar el militarismo tan adorado por los pueblos. Además, incluye a sus grupos siempre aliados como los abogados y curas que buscan el título de General de una república; todos estos elementos caracterizados por 'poseer una ignorancia legendaria'.

Atribuye a la literatura de 'alcoba' por su romántica vida pasiva y su adicción a los vicios juveniles que van desde el fanatismo religioso hasta la prostitución desvergonzada. Aquí Marof culpa al colombiano José Vargas Vila como principal actor de pervertir a las mentes infantiles de su literatura, tildado como  'disoluto e imbécil'; al guatemalteco Enrique Gomez Carrillo, por su 'comedia de falsedad', y un sinfín de otros escritores, 'poetas verlenianos' y 'pequeños Darios' son causantes de que la América se divierta aún sacrificando su libertad.

Marof no abandona su crítica mordaz a los latinoamericanos residentes en París, donde la mayoría, entre políticos, escritores y pintores, traen 'una incultura kilométrica (…) de la que se aprovecha el europeo prácticamente'. No se detiene al mencionar sus charlas con algunos políticos residentes en París y demostrar su ingenuidad, egoísmo y mentira.

En la segunda parte, El Crimen de América, acomoda toda la munición para atacar despiadadamente a la República de Chile, por haber sido el principal usurpador de las costas marítimas a Bolivia, un conflicto que es 'detestablemente cómico y de mal gusto hablar de escenas de valor y epopeyas brillantes'; esa misma razón de usurpación ve en el alma chilena que  tiene algo de 'servil, torpe y raro'. Esto, de acuerdo a su forma de haber nacido como una nación, se transmite en el mando gubernamental que ejerce y de 'bufones' literatos. Para Marof, los vicios de  ambición, egoísmo y apariencias en la población chilena se debe a su 'pretensión de querer ser un gran pueblo', anexando ideas, territorios y odios de otras repúblicas. No queriendo dejar sin defensa a Chile ataca a todo su conglomerado literario y a su periódicos principales de mentir a su patria, viciada por la 'aristocracia' chilena e inglesa.

En la tercera parte, La República Obrera en América, realiza la tesis de que todos los obreros, indios e intelectuales se unan para conformar un equipo que llegue a más espacios de difusión. En el caso de Bolivia, enmarca su tesis de nacionalizar las minas, industrializar los elementos agrícolas e inducir en el campesino un apoyo moral, ya que el único 'parásito' según Marof es el ¨joven de club, que vive ultrajando el trabajo de los infelices¨. Estando en contra del individualismo regional, augura que la única solución para el país es la dotación de tierras fértiles con una misma proporción; la creación de un servicio militar y minero para todos durante un año, y una reestructuración pedagógica con énfasis en el aprendizaje dinámico de obrar en constante desarrollo comunitario. La única solución para Bolivia se encontraría en entrar de lleno en el pensamiento comunista, tan deseado en aquel entonces por Marof. 

En su tesis para fomentar esta ideología hace una cronología sobre el Imperio Inca y la resistencia aymara durante el período colonial. Dando cuenta que sus métodos de supervivencia en los incas fue de una estructura comunista y en los aymaras se halla vestigios de dicha estructura.

Para su tesis final, advierte que el continente sudamericano debe despertar de su ingenuidad y manipulación para enfrentar a los poderes gubernamentales y generar mejores condiciones en el pueblo. 

Si bien el objetivo del libro es una acusación general a la mala organización del continente, fustigando a varios personajes por sus ambiciones personales, hace, al mismo tiempo, un momento de reflexión para importar ideas y ver si estas funcionan en tierras sudamericanas.


domingo, 12 de junio de 2022

Gustavo Navarro antes de ser Tristan Marof

 Gustavo Navarro antes de ser Tristán Marof






Oscar Córdova Sánchez

Estudiante Universitario y Gestor Cultural

Durante la segunda década del siglo XX, en nuestro país, se tuvo un auge

intelectual por parte de políticos, escritores y profesores universitarios, donde

sus escritos quedaban como testimonio de sus pensamientos e inclinaciones

político-ideológicas. En este campo, Gustavo Adolfo Navarro fue de los pocos

jóvenes que propuso una nueva lectura sobre la capacidad del boliviano y

encontrar la máxima cumbre para su superación.

Desde su temprana edad, 17 años, tuvo que vivir las inclemencias del clima

político. Siendo estudiante de derecho es arrestado por realizar protestas

consecuentes y sediciosas ante el estado de sitio que Ismael Montes había

decretado. Eso no impidió al joven Navarro abandonar su malestar por el

gobierno de turno. Su capacidad de lector y su espíritu por las letras hizo que

vaya a refugiarse en varios cenáculos literarios y encontrar en los grandes

hombres de esa época consejos para mejorar su estilo que, poco a poco, se

tornaría más acido y crítico.

Proviniendo de una familia reconocida, donde su padre, Valentín, héroe de

Calama en la Guerra del Pacifico y sus tíos, Luis y Aniceto, destacados

políticos conservadores, hicieron que el joven Gustavo tenga las facilidades

para la lectura desde temprana edad. Motivado por su “natural rebeldía” publica

sus primeros artículos en El País, dirigido por Ignacio Prudencio Bustillo, los

cuales se destacan por un fuerte tono contra el “montismo decadente”. Por esta

razón es exiliado por el gobierno, viajando a Chile en 1917.

En Chile se relaciona con los colaboradores de Selva Lirica, antología de

poesía chilena, una de las más importantes publicaciones chilenas de esa

época. Fue acá donde Navarro se relaciona con escritores como Antonio

Bórquez Solar, Carlos Mondaca, Daniel Vásquez o Gabriela Mistral, esta última

tendrá una serie de intercambios epistolares con el joven Navarro, donde

despertará su inquietud por la lectura latinoamericana y su filiación por conocer

a los cultores de un espíritu propio y autentico.

Después de haber conocido las inquietudes de estos jóvenes reformadores por

una búsqueda espiritual para guiar al pueblo chileno, decide viajar a Argentina.

Gabriela Mistral manda un conjunto de cartas de recomendación a varios

escritores, en especial a Constancio Vigil, quien encuentra en el joven Navarro

un futuro escritor de talla continental, disponiendo su revista Mundo Argentino

para publicar sus notas y, además, aprovecha para publicar su libro Cantos a

Francia y a Bélgica, y dictar varias conferencias en torno a la raza india.

Al año siguiente, 1918, publica el único número de la revista Renacimiento Alto

Peruano, siendo el director y único fundador. El objetivo de la revista buscaba

“ayuda a todos los intelectuales, a los idealistas, a los sinceros, a los quijotes”.

Tenía la intención de publicar esta revista para una generación intelectual con


metas enmarcadas en el progreso cultural del país. Además, Navarro destila su

pensamiento con miras a la lectura de solo los “espíritus libres”. Sus estudios

filosóficos puestos en una diversidad de intelectuales argentinos, bolivianos y

peruanos, constituye, además, su inclinación anarquista, misma que se hace

sentir al leer su revista. A decir de Nivardo Rodríguez, Navarro en su primera

etapa “comulgó con las ideas anarquistas, con tintes tolstoyanos”,

La correspondencia que Navarro sostenía con intelectuales nacionales y

extranjeros fue para acumular no solo críticas y adulaciones, sino para hacerse

conocer en el mundo de las letras sudamericanas. Los comentarios

halagadores sobre su revista se hacen más influyentes cuando personajes de

la talla de Franz Tamayo, Daniel Sánchez Bustamante o Gabriela Mistral

proyectan en el joven Navarro un ideal patriótico e intelectual en ascenso.

Ese mismo año se traslada a vivir a la ciudad de La Paz, donde sus pasiones

políticas por exhibir la deficiencia del gobierno se hacen difundidas en su nuevo

trabajo en El Hombre Libre, anulando totalmente su emprendimiento cultural

con su revista. Asimismo, publica Los Cívicos, novela política de lucha y de

dolor, donde el personaje principal, Julio Costa, promueve la lucha contra los

partidos políticos y sus intereses particulares.

Durante su auge literario y filosófico publica el libro Poetas-Idealistas e

Idealismo de la América Hispana (1919) con el objetivo de dar a conocer sus

referentes literarios. El libro contiene una carta-prólogo de Gabriela Mistral,

donde apunta al cambio generacional cultivado por un mapa espiritual

sudamericano. Promueve a que la juventud tenga como única misión la de

"arder todo lo intensamente posible, sin cálculos, sin sistemas", buscando el

ideal patriótico. Además, ese mismo año, publica la novela corta El Juramento

en Argentina.

Continuando sus conversaciones con varios intelectuales, poco a poco se

establece su convicción política por el partido Republicano, especialmente con

Bautista Saavedra. A decir de Navarro, fue uno “de los pocos jóvenes que se le

acercó e intimó con él” y veía en el Partido Republicano a “fuertes luchadores

que nunca se intimidaron ante el peligro”.

El 12 de julio de 1920 se producía la “gloriosa” revolución, misma en la que

Navarro fue participante activo, donde el republicanismo llega al poder ante un

decadente gobierno liberal. Fue meses después, cuando decide, junto con

Vicente Fernández, publicar el folleto “Crónicas de la revolución del 12 de julio”,

contenido ampliamente parcializado hacia el bando republicano. Navarro,

además, relata su participación y su designación, por 24 horas, como

Gobernador del Panóptico Nacional. El nuevo gobierno, dirigido por Bautista

Saavedra, como agradecimiento lo envía como cónsul a Francia. En este punto

su pensamiento cambia, abandonando el anarquismo y abrazando el marxismo

desenfrenadamente.

En 1922, se revela una nueva publicación suya. Su amigo, Amadeo Legua,

sugiere a Navarro cambiar su nombre para impedir su despido en el cargo


diplomático otorgado. Aceptando las sugerencias publica “El Ingenuo

Continente Americano” con el seudónimo que lo llevará a la fama internacional:

Tristán Marof.

En este ensayo político, fulmina a su antigua filiación modernista e idealista,

rompiendo totalmente con varios intelectuales que él había frecuentado años

antes. Así, empieza su camino en el marxismo.

Muchas circunstancias llevaron al joven Navarro a dar un giro en su

pensamiento. Tanto la persecución política desde joven como los cambios

mundiales como la Revolución Rusa hicieron detener su desarrollo espiritual y

buscar nuevos conceptos de interpretación sobre nuestro país.

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